miércoles, 19 de septiembre de 2012
Sigo con esta historia sin título aún
lunes, 17 de septiembre de 2012
Falta poco para mi viaje y justo me agarraron ganas de escribir, así que voy a ir usando mi blog como pen drive otra vez
lunes, 23 de julio de 2012
sábado, 14 de agosto de 2010
Salbataje de poema en una mudanza
jueves, 12 de agosto de 2010
Bocha de FLIAS y afines por todas partes!
¿que se viene en estos meses?
+ info: http://fliarosarina.blogspot.com/
11 de septiembre: FLIA en la Plata!!!!! (en Berisso más propiamente)
+ info: http://flia-laplata.blogspot.com/
17 y 18 de septiembre: FLIA Rosario!!!!
http://fliarosarina.blogspot.com/
18 y 19 de septiembre: Libros son!!!! Córdoba Capital.
http://www.libroson.blogspot.com/
2 al 20 de septiembre feria "oficial" del libro Córdoba
(existe la posibilidad de conseguir un stand para producciones
independientes)
3 de Octubre: FLIA Haedo (si llueve se pasa al 10)!!!!!!!
(también habrá una FLIA en Moreno, fecha a confirmar)
8, 9, 10 de Octubre: FLIA Mar del plata!!!!!!!!
http://www.fliamardelplata.blogspot.com/
16 y 17 FLIA Cuidad Autónoma de Buenos Aires
http://feriadellibroindependiente.blogspot.com/
5 y 6 de noviembre Santa Fe capital
11 12 y 13 noviembre Entre Ríos, Paraná
19, 20 y 21 de noviembre de 2010 ERICA III Misiones
http://ericademisiones.wordpress.com/
miércoles, 11 de agosto de 2010
Se viene la 4º FLIA en La Plata
Se viene...
4ª FLIA La Plata
Feria del Libro Independiente y Autogestiva de La Plata
Sábado 11 de Setiembre de 2010, desde el mediodía hasta la noche.
En la república de Berisso, en la histórica calle Nueva York.
Si querés tener un espacio en el escenario durante el día para recitar tus poeticadeces o tus poetudeces, podés escribir a: [http://www.mansionobrera.
En febrero del 2002, vecinos de la calle Nueva York se empezaron a juntar en una esquina para organizarse contra la crisis; de ahí surgió el MTD (Movimiento de Trabajadores de Desocupados) de Berisso. Mediante asambleas y cortes de calles no sólo consiguieron subsidios para los vecinos sin trabajo, sino que abrieron un merendero, un comedor, armaron un horno de barro y una huerta comunitaria.
En el invierno del ‘04, okuparon un local abandonado (que antes era un cabaret) con el objetivo de crear la sede del Movimiento. Hubo que limpiarlo, colocar el techo y realizarle otras mejoras edilicias. Ahí se inauguró la carpintería del MTD, que funciona de lunes a viernes y donde trabaja un puñado de compañeros. Para esa época, el MTD de Berisso pasó a formar parte del Frente Popular “Darío Santillán”.
El centro cultural “Mansión Obrera” (sobre el pasaje Wilde, a la vuelta del MTD) es cedido por un vecino del barrio en el verano del ‘05. Allí se dictan talleres de comunicación tanto para niños, adolescentes y adultos -video, revista, fotografía, radio, stencil, mural- y además, un taller de percusión.
En la primavera del ‘08, se tomó un baldío (frente al local del MTD), se lo limpió y se construyó una plaza, donde también se realizan los Mercados Populares, y jornadas culturales con actividades lúdicas y barrileteadas. En mayo del ‘10, se consiguieron un transmisor y una antena, y se creó FM “Barrio” (98,5 Mhz) una radio comunitaria que funciona de manera precaria y provisoria, en la cocina del MTD.
Por todo lo que se ha hecho y se hace para transformar imaginativamente la realidad, basado en la autogestión y la solidaridad, la cuarta FLIA LP se realiza hoy en esta calle, donde en varias paredes todavía se puede leer la consigna de los MTDs: “Trabajo, Dignidad, Cambio Social”.
lunes, 2 de agosto de 2010
Cobertura de la 1ºJornada Bohemia en Atlanta 16/7/10
El frío de la noche del viernes empujaba hacia la cancha de Atlanta. No había partido aunque se juntaba un seleccionado, pero no de jugadores, sino de escritores y dibujantes: se presentaba el 3 volumen de Signorina Poesía, antología a cargo de Dafne Mociulsky, impreso y armado en No hay Vergüenza Ediciones, que vendrían a ser
“Vamos a leer nuestras lecturas corrosivas” prometía Merluza Juárez desde el vestuario de la jornada, y minutos después se subió a una silla de plástico y dio el puntapié inicial para que la jornada bohemia en la cancha de Atlanta comience.
Anahí Ferreyra, que participa en Signorina, es además autora de una novela ficcionalizada basada en la vida de Syd Barret, Máscara y Vacío: “Traté de meterme y construir el personaje y a partir de ese personaje construido ir investigando y hay escenas que salen de anécdotas que leí, y otras que se me ocurrieron a mí, basándome en la construcción previa de ese personaje, como era su forma de ser y su relación con el mundo.” Anahí lo va a estar presentando el 6 de agosto en
Y en la gramilla del escenario se iban mezclando los escritores y músicos, dejando todo en cada pelota dividida aunque tratando de jugar con la bocha al piso, sin abusar del pelotazo, ¿serían estas las instrucciones de
El volumen número 3 cuenta con textos de quien firma esta nota y además: Pablo Pesco, Tito Arrua, Aaron Rositto, Anahi Ferreyra, Victoria Melina, Juan Ignacio Barragán Fuentes, Dafne, Maximiliano Borovicka, Marisa Scancarello y dibujos de Florencia Pallota “La zombi”, Tito Arrua y Catalina Petra. Espero no olvidarme a nadie y por las dudas deslizo “entre otros”. Y así incluyo anónimamente a quienes participaron en el Volumen 1 y 2.
P.M.Giacobbe
viernes, 9 de julio de 2010
martes, 6 de julio de 2010
Escribí esto recién
BlaBlaBla
A pesar de que no tengo religión
debería ir a un templo, o iglesia.
O a una peluquería,
aunque no me gusta que me toquen el pelo,
además de que prefiero tenerlo largo
y ya me teñí.
¿Y una sesión de reiki?
Me encantaría, pero cuesta cincuenta pesos…
Salir a elongar y trepar árboles sería hermoso,
pero hace mucho frío y está por llover.
¿Dejar de llorar?
No puedo, estoy triste.
Ya fumé, sí.
Encima, es temprano para llamar a amigos
También pensé en enemigos
En parientes
En amantes
En masturbarme
En bañarme
En limpiar mi casa
Pero todo lo es que no tengo ganas de hacer
Y mis pensamientos se parecen a esas ropas
abandonadas en una habitación
en la que los fantasmas se juntarían a tomar mate
si pudieran hacerlo.
¿Leer? Es peligroso,
cualquier semejanza con mi realidad
vista desde otra alma desconocida
podría matarme.
¿Matarme?, nah
si no lo hice a los catorce años
Me voy a morir de vieja.
Sexo… mmmm, ¿sexo?
Estoy horrible, no es momento, no novio.
Ver una película…. Sería más peligrosa que un libro.
De pagar boletas o hacer trámites ni hablar.
Trabajar tampoco. Hoy no. Sólo con aquello que no sea remunerado. Eso sí.
Dormir… ¡peligrosísimo!
¡Fue lo que soñé justamente lo que me precipitó a las lágrimas!
Quejarme…. ¡¡¡siiiiii!!!
¡qué divertido!
Dafne Mociulsky
lunes, 5 de julio de 2010
Rescatando poemas del cuaderno Gloria
martes, 22 de junio de 2010
Y dale, otro cuento más.
(un sueño que soñé hace 17 años)
Le decían Pelela y no le molestaba que lo llamaran así: el apodo le había quedado adherido desde el jardín de infantes por su corte de pelo y no hizo ningún esfuerzo por despegárselo.
Su padre había muerto, su madre era vidente y trabajaba haciendo lectura de manos y tirando las cartas del Tarot; su hermana tenía algo raro en la cara: un cachete más grande que otro y, a sus dieciocho años, seguía cursando el primer año de la secundaria, detalle importantísimo ya que Lorena se encargaba, por decisión unánime, de comprar el escabio para todo el curso cuando la situación lo ameritaba.
Pelela tenía quince años, aparentaba más edad debido a su altura. Pelela era lindo, se parecía a Blancanieves y tenía buena onda. No tenía novia y, seguramente, en el colegio habría más de una enamorada solapada que lo tendría en cuenta para tal fin.
Las amistades que se daban en ese colegio estatal, poco tenían que ver con las clases sociales, sino más bien estaban condicionadas por a quiénes los dejaban salir sus padres los fines de semana, quiénes gustaban de emborracharse, quiénes asumían estar en edad de merecer, o cuáles fumaban porro y/o tenían línea para conseguirlo.
Pelela, que se llevaba bien con casi todos, pertenecía más a la joda que al estudio, si bien no era tan vago como su hermana.
¿Qué será de la vida de Pelela ahora? ¿Tendrá auto, hijos, mujer? ¿Habrá seguido una carrera y la habrá terminado? ¿Pasará hambre? No me lo imagino preso, ni muerto ni enfermo. No se lo merece.
No recuerdo cómo se llamaba Pelela, pero no importa.
Pelela no era mujeriego, no aún. Igualmente, digamos que tenía cierto suceso. Le costaba encarar, por suerte no le hacía falta: sabía reconocer el momento del beso.
La primera vez que encaró fue en aquél año al que nos estamos refiriendo: 1993. Fue en esa plaza sita entre Callao, Paraguay, Rodríguez Peña y Marcelo T. de Alvear. Se dice que aproximadamente unos diez años atrás (1983 quizás) en esa misma plaza amaneció Luca Prodan, después del primer Obras de Sumo, comiendo un sándwich de mortadela.
Pelela, sin ser cheto, vivía en Recoleta y esa plaza formaba parte de su camino al colegio. Un mediodía parcialmente nublado y semi-primaveral, pasaba con paso presto por allí, estaba llegando tarde y una chica muy bonita llamó su atención, no tanto por lo linda, sino porque estaba escribiendo con fruición en un cuaderno y, a juzgar por su expresión, seguro que era poesía, dedujo Pelela.
En la casa de Pelela abundaban los libros de poesía; él no les daba mucha importancia pero como su madre los olvidaba sobre el bidet, cuando llegaba su turno de excretar leía un poco. Se rió para sus adentros pensando en su relación de la poesía con la caca, mientras sus piernas lo iban llevando hacia la apasionada escribiente.
Se detuvo cerca, muy cerca de ella, sin saber muy bien qué hacer, porque le pareció que no daba para pegar la media vuelta y desaparecer de su vida sin haber aparecido. Ella ni había notado su presencia, tal era la pasión del supuesto poema que estaba tatuándole al cuaderno.
Algunos hombres, por lo general, suelen ser poco observadores respecto a ciertas cosas de las mujeres. Este no era el caso de Pelela, que en una mirada más cercana supo con certeza que la apasionada escribiente estaba teñida de colorada y que sus ojos profundamente azules eran lentes de contacto. Lo sabía de tanto convivir con su madre y su hermana. De repente se dio cuenta que hacía más de dos minutos que estaba parado frente a ella, esto no podía seguir así, además, sin querer, la estaba privando de la luz del sol -¿Escribís poesía?- dijo sin pensar, sin sentir, como si lo hubiera dicho otro –Si me das un minuto, te lo leo… mientras tanto, ¿podrías correrte un poco?, me estás tapando el sol- Pelela, compungido y boludo, se sentó junto a ella y, como su mente le molestaba tanto como sus manos, sacó de su mochila una hoja de carpeta y se puso a dibujar un algo. Era obvio, a esta altura de las circunstancias, que no iría al colegio. No estaba nervioso porque estaba dibujando, hasta que ella habló: -¿Querés que te lo lea?
-¡Dale!
-Bueno… ahí va: “El día del amor puede ser cualquier día/ y es muy probable/ que estés sin depilarte, o indispuesta/ deprimida, o que vengas sobreviviendo a duras penas/ a tres noches de insomnio./ O que no te des cuenta/ y lo dejes pasar…/ Pero si esto último pasa, es decir:/ si no pasa lo que tiene que pasar,/es cuando se dan esas maldiciones/ que no se sabe de dónde vienen…” y no sé, no se me ocurre cómo seguir, si es que puede o debe seguir. ¿Te gusta la poesía? – Pelela se sintió tentado, porque le hubiera gustado contestar “Sí, cuando cago” pero a cambio de eso asintió con la cabeza y le mostró su dibujo -¡Ay, qué lindo!, ojalá yo supiera dibujar, así no seguiría insistiendo con la poesía. Ni siquiera sé para qué te lo leí, ¡si es una mierda!
-A mí me pareció divertido.
-Bueno, ¡gracias!, ¿cómo es tu nombre?
(¡Ufa!, no recuerdo cómo se llamaba Pelela, llamémoslo “Pablo”)
-Pablo, ¿vos?
-Nerina.
-¿Nerina?, mirá qué lindo nombre, nunca lo había escuchado. ¿Sos de por acá?
-Más o menos, me mudé hace poco. Pablo, ¡un gustazo!, tengo que irme.
-¡Pará!, no lo tomes a mal, pero, ¿te puedo acompañar?, me ratié del colegio por tu poema, y por vos, claro…
Nerina se encogió de hombros y se echó a andar, Pelela se fue junto a ella. Poco le importó ser pesado o importuno, le gustaba esa chica, le gustaba todo de ella excepto su cuello, que era muy grueso en relación al resto de su constitución física. Ella tendría unos dieciocho años y, justo cuando Pelela estaba pensando en qué edad le diría que tendría, ella reanudó la charla
-Che, mirá que son como veinte cuadras, ¿me pensás acompañar?
-Y dale.
-Está bien, no me molesta- aseguró y comenzó a reírse
-¿De qué te reís?
-Y… de que por suerte no sos un pajero que me quiere transar y esas cosas raras.
A medida que esas risas aumentaban, crecía el enojo de Pelela y la inseguridad también, ¿era el momento del beso?
-¡Che!, ¿te enojaste?
-Fue un gusto conocerte, me voy.
¡¡Este es el momento!!, no del beso, sino ese puto momento en el que uno pudo haber desistido, ese que se recuerda después de la ruptura y el dolor, con remordimiento e ira. O, en caso de éxito de la pareja, algo que se recuerda de manera compartida como una suerte de milagro. Es el mismo hilo el que cose al amor y el desamor. Perdón, necesitaba decir eso. Sigo:
--¡Pará, loco!, no te vayas…
-Entonces te acompaño, todo bien, pero si me das un beso- ¡Ay, Pelela!, si en ese instante hubiera acudido a vos un enviado del futuro te hubiera dicho “¡No, Pelela, no te enrosques ahí!” O “Mirá que te va a doler, fijáte.”
Pero claro, nadie te salva de vos mismo, ni a vos ni a nadie.
Tengamos en cuenta que en esta época no existía el facebook ni el Messenger y que los celulares estaban hechos de ladrillo y no cualquiera poseía uno y, además, dar el número de teléfono era medio complicado si aún vivías con tus padres, así que no se pudo dejar para después y tuvieron que besarse.
La acompañó hasta su casa. Iban tomados de la mano, conociéndose: él era de Leo, ella de Aries. A él le gustaban los Redondos, a ella también. Ambos eran hinchas de River y no sabían cocinar. A mitad de camino, compartieron una pequeña tuca.
Pelela no era virgen, había dejado de serlo en ese mismo año en un puterío y después lo hizo dos veces más con una amiga. Esa era toda su experiencia y todavía no se había enamorado.
Cuando llegaron a la casa de Nerina, que era una pensión ubicada en una de esas calles internas y arboladas de Palermo, ella se puso esquiva -¿No me das tu teléfono, así nos vemos otro día?
-Yo no puedo, dame el tuyo- y, en la misma hoja del dibujo, Pelela le anotó su número con tristeza, dudaba que ella lo llamaría al día siguiente, pero así fue y se encontraron a la salida del colegio. Nerina podría haber sido una adquisición para fanfarronear de no haber sido por ese cuello equino y la evidente artificialidad de su pelo y sus ojos. Tenía buen gusto para vestirse y perfumarse. Pelela también estaba producido y ruborizado. Partieron juntos, siendo vistos por toda la concurrencia del colegio.
Nerina tenía poco tiempo para estar con él porque ella asistía a la escuela nocturna. Blanquearon el tema de la edad en esa primera cita: Nerina: 22 – Pablo: 15.
-No me importa, me gustás igual, pendejo- le dijo ella, besándole la cara aún colorada.
Así transcurrieron unas semanas, hasta que la calentura no daba para más y el tema del sexo se asomaba por todos los rincones de sus citas. El estaba contento, especulaba que con los siete años que ella le llevaba sería una amante maravillosa.
Además de caliente, Pelela estaba perfectamente enamorado.
Pero antes del acto sexual pasaron otras cosas. Pelela llevó a Nerina a su casa, a cenar junto a su madre y hermana. Fue una velada de lo más tensa y antipática. No aprobaron a Nerina y tampoco le quisieron decir por qué -¿No te das cuenta?- le preguntaba su madre al día siguiente y él no la entendía o ni la quería entender.
Sus compañeros de curso eran tan ingenuos como él y la mayoría no se daba cuenta. Algunos sí, pero no le dijeron nada.
Y Pelela no daba más, después de un mes entero se puso más insistente, intimidante, intransigente en su decisión y ella comprendió que no era posible postergarlo más.
Nerina vivía sola en su habitación y, con muchos escrúpulos (no quería que nadie los viera juntos) lo llevó hasta donde reposaba su existencia.
La pieza de Nerina era pequeñísima, aunque plagada de comodidades. En la heladera estaba pegado con cinta scotch un mapa de la Provincia de Salta –Neri, ¿por qué pegaste este mapa en la heladera?
-Porque soy de Salta Capital, perdí el acento porque hace mucho que me vine a vivir a Buenos Aires.
-Claro… hablamos de un montón de cosas pero no mucho de tu familia.
-Dejá, que con estos miles de kilómetros de distancia nos llevamos bárbaro.
Nerina activó su gigante y aparatoso equipo de música, obviamente con Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y, con mucha pericia, armó un elegante porro.
Después de fumar, Pelela se tornó muy cachondo y atrevido; Nerina se dejaba desnudar tranquila, incluso mantuvo la calma cuando llegó el momento de bajarse la bombacha y dejarse descubrir el pene, ante el asombro de Pelela –Pablo, ¿qué te pasa? ¿No te habías dado cuenta que soy un hombre? ¡Que no es obvio! ¿Me estás cargando?
-No, no era obvio para mí… ¡y el poema que me leíste el día que te conocí es tan femenino!
-Y bueno, loco, yo siento como mujer, ¿qué querés que haga?
Pelela estaba shokeado, no sabía qué decirle. Su discusión consigo mismo habrá durado menos de dos segundos.
-Mirá, Pablo, tenés dos opciones: te podés ir por esa puerta y no nos vemos más. Me olvido de todo y no se lo cuento a nadie. Yo soy una persona discreta y no me voy a aparecer de sorpresa a la salida de tu colegio para mendigarte un poco de amor.
O podés quedarte. Si te quedás, yo te voy a hacer el amor como sólo yo sé hacerlo en todo el mundo, ¡en serio!. Yo sé algo del cuerpo que nadie sabe, de verdad, nadie más que yo.
Entonces Pelela, que de todos modos ya había decidido quedarse, terminó de sacarse la ropa con la cariñosa ayuda de Nerina.
Lo único que ocupaba la mente de Pelela ahora era la letra del tema de los Redondos que estaban escuchando (Toxi-Taxi, ponéle). Sentíase dividido de su cuerpo y Nerina le chupaba la pija y él canturreaba despacio. Cada tanto Nerina se quitaba el pene de la boca y le presionaba la uretra con el dedo índice –Pelela cantaba- Nerina le escupió con buena puntería en el centro de la uretra y, sin preguntar nada, sin morarlo a los ojos siquiera, le insertó el dedo meñique en la uretra –Pelela cantó más fuerte- como no hubo quejas, retiró el dedo meñique y le insertó el índice –Pelela cerraba los ojos y contenía la respiración, con el pene erecto- y como había terminado la canción y empezó otra y las únicas palabras que rebotaban en el aire de la pieza eran las del indio Solari desde el equipo de música, Nerina, que también tenía el pene erecto y durísimo, puesto que, sin ninguna intervención de Pelela se estuvo masturbando, se posó sobre Pelela, le tomó el pene y, mirándolo a los ojos con mucho amor, le insertó el pene dentro del pene a través de la uretra previamente dilatada. Y Pelela dejó de cantar y se dedicó a sentir. Le resultó increíble que aquello no le doliera tanto como hubiera debido. Más que placer sintió amor, mucho amor, de la misma composición energética que Nerina. Recién entonces Pelela le acarició la cara y le dijo cosas lindas mientras imaginaba un futuro junto a ella. Le importó un carajo su madre, la sociedad y la humanidad entera. Nerina retiró su pene del pene de su amado y le hizo beber su semen, tan lleno de amor como toda ella.
En algún lugar de mi imaginación, Pelela todavía llora ese desencuentro, porque esa fue la última vez que se vieron. Ese amor, puede realizarse una sola vez en la vida. Nerina ya lo sabía, Pelela, no.
Dafne Mociulsky
jueves, 10 de junio de 2010
Un cuento que tiene 7 u 8 años de antigüedad
MI VIEJA NO LO ENTENDERÍA
Inhalarle las lágrimas. Eso fue lo que hice.
Le profesaba una especie de fanatismo. Inhalando lágrimas se pueden descubrir cosas muy interesantes. Pero no es nada del otro mundo, supongo que el bioquímico que pasa todo el día indagando en los deshechos humanos podría afirmar lo mismo.
Quiero decir que, en realidad, cometí algo parecido a un error. Cuando llego a esta conclusión, me confundo, puesto que me siento demasiado inocente para considerar semejante cosa, y no sé si acabo diciendo “error” por mera formalidad (apariencia de salud mental, digamos).
Cada uno, en el fondo, se entiende y se justifica, o quizás no, mas al menos se llega a una especie de acuerdo íntimo, una razón que hace que todo cierre como un círculo, una razón que no necesita la aprobación de nadie. Claro que uno necesita, invariablemente, amor, y eso hace que uno se traicione sin cesar... ¿y si la traición es el aislamiento en el que uno encuentra todas esas respuestas satisfactorias?, bueh, es todo tan relativo y particular que nada es nada, y lo digo con severas dudas.
Hay que ponerse de acuerdo y manifestar algo, ¿no?, sino, ¿para qué expresarse?. Hay algo que pugna por salir. Es una historia vulgar: una mujer y un hombre que nunca supieron si en verdad se amaron alguna vez. Pasaron seis años juntos, no consecutivos, no juntos, qué se yo. Esto me pasó a mí, así que mejor suprimo a la tercera persona. Debo hacerme cargo de todo lo que pasó.
Yo no soportaba que llorase, realmente odiaba aquel sonido chillón pero... siempre hay peros.
Inhalar lágrimas era sólo un pensamiento inasible, una utopía, la consumación total de la entrega de todo lo que siento. Era una idea vaga y vaporosa que se debatía en sueños de viajero despierto. Cuando pensaba en mí entrando por la puerta de mi vida, pateando mi propio tablero, se me venía al choque la imagen de ese inexplicable acto y se me llenaban los ojos de lágrimas, paradójicamente. Luego me sonreía para mis adentros. Me regocijaba la cursilería, la exageración. La idea me causó gracia, pero una gracia metafísica, hasta que me decidí a hacerlo: aún recuerdo la expresión de su rostro, sus ojos negros tan abiertos, el ceño fruncido, la boca nerviosa - ¿Qué hacés? me preguntó, sorprendido o asustado. Yo también me asusté, me contraje y un mutismo exasperante se apoderó de todos mis reflejos – Está bien, si para vos significa algo, no me molesta. Me parece raro, pero hacé, dale – y me entregué al consumo desenfrenado de esa droga. El lloraba. ¿Por qué lloraba tanto?, ¿acaso le dolía algo?, nunca lo supe con exactitud. Me acostumbré. Al principio se me helaba la piel, lloraba yo también, ponía a toda mi imaginación al servicio de lo que pudiera servirle de consuelo. Pero él lloraba a sus anchas, se expandía, se transformaba incansablemente en una lluvia proveniente del cerebro, no del corazón, y de eso estoy más o menos segura. El prozac no le servía para nada.
A veces pienso que tendría que haberlo llevado de paseo más seguido. Ahora es tarde para todo. Además, mi fanatismo decayó bastante. Es mejor que la estrella muera antes de extinguirse. Su fulgor duró poco, cuando hablo de aquella etapa en la que fue un Dios, me refiero a esos primeros meses que se imprimieron en mi memoria emocional (esa que no permite zafar). De no haber sido por esos meses, ¿qué sería yo ahora, en este momento?. Inútil pensar en ello.
No le fui enteramente fiel. Tampoco lo fue él conmigo. Menos mal, porque así descubrí mi verdadera naturaleza.
Soy, aparentemente, una buena persona. Tengo un efecto muy especial en la gente. Simplemente me gusta escuchar y dar consejos... ¿eso me convierte en una buena persona?. Yo no lo creo.
La desesperación había sido el motor de un montón de cosas. Me aferraba a una rama raquítica y caía; volvía a levantarme para tomarme de la misma rama. Quería creer. Podrán decir que estoy loca, pero juro que las lágrimas pegan, poseen una especie de alcaloide. Y pegan de determinada manera según la persona. El, obviamente, era mi mambo favorito. No sé si lo amaba.
En un principio me negó el amor, me negó su casa, su compañía; sin embargo aparecía tardíamente cuando yo me daba por vencida. De alguna manera me seguía sujetando. Podría decir que me salí con la mía: seis años juntos, aunque él de trofeo no tenía nada. Ángel era gordo, alto, peludo, rubio, blanco como teta de monja; tenía una cicatriz en la mejilla derecha, una quemadura. Antes de hablar de su olor, tengo que decir esto: la esencia olorífera de toda persona se halla detrás de las orejas. Allí está la identidad de la persona. Digamos que Ángel olía a una mezcla de fideos con manteca y cáscaras de naranjas, con un poco de olor a ropa nueva y, a veces, algo de vinagre leve, evaporado, o como debajo de la ventisca de un abanico.
También sus ojos negros, duros como piedras, inmóviles, húmedos y febriles, incrustados en una esfera amarillenta, ojos de hospicio, mirada de camastro de hierro, párpados ajados, pestañas efímeras, inútiles, ojeras amontonadas y rosadas, nariz carnosa, porcina, dientes pequeños que se perdían en la sombra negra de la boca. Cuando reía, se entregaba frenético, enloquecido, a una compulsión que le hacía temblar los hombros y abría mucho la boca, echando la cabeza hacia atrás. Si recuerdo con tanto detalle, es porque lo extraño mucho, a pesar de todo.
Lloraba porque existía. Era muy sutil para este mundo. ¿Cómo hacía para llorar durante tantas, pero tantas horas consecutivas?. Está bien un poco, pero... no sé de donde sacaba tanto dolor, desde dónde lo traía, cómo lo arrastraba, cómo lo procesaba internamente hasta excretarlo en lágrimas. Podría caer en el facilismo y adjudicarlo todo al simple hecho de que estaba divorciado con la humanidad. Yo era el último nexo entre él y el mundo. Fui su última y mejor carta. Pero no me convence la idea del tipo antisocial que llora, no, no era eso. Había algo más. Lloraba porque le dolía el alma, pensé algunas veces. Este pensamiento se ramificaba sin tregua, por eso me decidí a expresarme así como lo estoy haciendo. A mí también me pesa el alma, o eso parece. Una pesadumbre espiritual.
Yo me drogué con su persona, si es que se me permite decirlo de ese modo. Sus lágrimas ácidas en mi nariz... se deslizaban por mi faringe lentamente. Alucinaba, veía cosas que no eran mías. Me hundía en su información oculta. Lo vi niño. Era delgado y débil, no le gustaba que lo obligasen a comer. Yo buceaba en sus cosas, caminaba en su agenda, en su mesita de luz, en sus anotaciones bajo candado. Me apropié de todo aquello. Siempre volvía del viaje con las manos llenas y atesoraba las nuevas adquisiciones en una memoria que no admitía olvido alguno. Era implacable en el recuerdo.
Antes odiaba que llorase, después le provocaba el llanto a drede. El no sabía qué hacer conmigo: sin mí, no había nada más, ni mundo ni cielo. Yo representaba el todo y me situaba frente a él, prisionero, y le extirpaba la intimidad.
Hacíamos el amor todos los días. Lloraba al eyacular, pero esto no significa nada, lloraba también al bañarse, cuando defecaba, cuando comía y cuando atendía el teléfono. Cuando le dije que lo amaba, casi se me muere entre los brazos. Estuvo enfermo durante dos días enteros, delirando de fiebre y me decía – Raquel, quiero mudar de cuerpo, ayudáme – yo lo cuidaba sin ser maternal, con curiosidad. Lo miraba fijamente, buscando algo para mí. Hablaba solo. Dijo que me tenía miedo, mucho miedo y que deseaba que me muriera junto a él. También habló acerca de una oficina en la que solía trabajar antes de mí. Habló acerca de sus compañeros del trabajo. Entendí a medias esa parte, pero me pareció oír acerca de una posible relación homosexual. Después se curó y no habló más de estas cosas. Cuando se recuperó, me dijo que él también me amaba. Lo declaró con un torrente de lágrimas que inhalé con presteza.
A veces nos peleábamos. Eran peleas boludas: por el control del control remoto, por la frazada, por diferencias de gustos cinematográficos, en fin, salíamos muy poco.
Llevarlo de paseo representaba la mayor complicación: Se ponía nervioso con la gente. Salíamos en las horas más desérticas, por ejemplo los domingos a las cuatro de la mañana. Y aún así resultaba difícil, siempre pasaba algo que lo detonaba y debíamos volver a casa urgentemente. Una vez tuvo un ataque de nervios porque vio que una pareja se besó y luego se despidió.
¿Estaba loco?, no lo sé. Nunca quise pensar en eso. Puede ser, aunque esa idea me convence menos que la supuesta depresión social.
Nos conocimos en la oficina. Yo recargaba cartuchos para impresión, él reparaba impresoras. Pasábamos mucho tiempo juntos. Nos gustamos desde el vamos y no tardamos nada en hacer el amor en la hora del almuerzo, escondiéndonos en el depósito. Como en toda relación de mierda, el sexo era bueno.
Yo fui quien sugirió la solidificación de lo nuestro y nos mudamos juntos a esta casa – que me queda tan grande ahora, tan fea – Todavía era mi Dios en esa época, luego vino el llanto y su gordura. Abandonó el trabajo. Se encerró a trabajar sólo a través de internet, como traductor (sabía inglés a la perfección). Eso fue un error, pero ya está, no voy a ser tan hipócrita de lamentarme por lo que yo podría haber hecho para salvarlo de sí mismo, además, él quiso todo lo que le tocó – o prefiero creer que así fue -. Me metió los cuernos un par de veces; fue con mujeres más feas que yo. Volvía tan alterado de esos encuentros que yo misma debía consolarlo. Distinto era cuando la zorra era yo. A mis amantes también les inhalaba las lágrimas y conocí sus mundos propios. Pero nadie fue tan interesante, o estaba realmente enamorada de Ángel, puede ser, todo puede ser, ¿no?.
Los momentos en que me sentía entregada no eran, precisamente, cuando se tornaba romántico (su romanticismo, cabe aclarar, no tenía nada de poético). Me tomaba las manos, me miraba a los ojos sin pestañar y lloraba sin sonido. Eso significaba “te amo”. Así como el adolescente huevón aprende a hablar eructando, él aprendió a hablar llorando. Esto no me conmovía. Lo amaba cuando estaba callado y no notaba mi existencia, es decir, cuando me dejaba descansar un poco. Y de repente sentía tantas cosas que me asustaba y debía volver a provocarle el llanto para someterlo.
Una vez discutimos tanto que tuvimos que distanciarnos. Yo me mudé a la casa de una amiga. Fueron un par de meses en los que me entregué al recuerdo de sus defectos y malos actos. Por ejemplo, cuando me había negado su casa y su amor. Cuando él era inaccesible para mí. Tuve que soportar, en los primeros tiempos, el mandato de él como deidad. Recuerdo cada uno de sus iniciales rechazos. Éramos amantes sin progresión; nunca sabíamos si íbamos a volver a compartir la intimidad, jamás quedábamos en nada. Duró tan poco todo aquel proceso de seducción que la reserva no alcanzó para las épocas de escasez de cariño. A veces la relación se pudría como un churrasco expuesto al sol del mes de enero.
Esa vez había logrado enfriarme. Comencé a salir con alguien. Era un hombre sencillo, puesto que no lloraba horas y horas. Era malabarista y artesano, diez años menor que yo. El se había entregado a mí como el suicida a la muerte. Creo que él sabía, en su fuero interno, que lo destrozaría y seguramente era esa sensación de próxima fatalidad la que lo hacía pegar aún más su cuerpo al mío. No me dejaba respirar, me ahogaba. Comencé a sospechar que, así como yo me drogaba con lágrimas, él consumía mi aire. Sus largos besos me dejaban al borde del desmayo. Comprendí que no estaba sola, que no era la única y me alejé.
Volví junto a Ángel.
Me costó volver a acostumbrarme a nuestros rituales. Sus lágrimas tenían un sabor amargo. Fue difícil lograr el gusto ácido que era el que realmente me narcotizaba. Las lágrimas amargas me daban datos confusos: veía lo que soñaba. Imágenes discontinuas sin sentido. Yo no quería ver nada de eso, quería información concreta. Vi el llanto adentro del llanto, por mí. Nunca había visto, o alucinado, lo que sentía por mí. Sólo esa vez. Estaba escribiéndome una carta de la cual llegué a leer dos líneas: “Mi cuerpo se muere de frío sin tu piel de seda. Finalmente te convertiste en un vicio, un amor. Esto no tenía que pasar. Tengo miedo”.
Sabía que esto terminaría mal. Estábamos por el quinto año de nuestra relación. Se extinguían los diálogos, la intimidad era tan imperiosa que se devoraba a las palabras. Ahora me doy cuenta de que lo que vino después era previsible, pero en el momento, no sé, no podía pensar con claridad.
Y sus llantos disminuyeron un día. Yo me quedé como desnuda y minimizada en la palma de su mano. El cambió, se “desdeprimió”. Por primera vez recibimos visitas en casa. Se sociabilizó y yo me quedé al costado, detenida en el vano de una puerta imaginaria desde la cual todo se veía sin pronunciarse. Mi carácter se agrió.
Ángel adelgazó, volvió a ser un hombre atractivo. Me moría de celos. Se incrementaron sus salidas, sus otras mujeres. Ahora le era fiel, lloraba cada minuto de sus ausencias. Perdí el poder. Así, trastabillando, llegamos a nuestro sexto aniversario.
-Raquel, tengo que resolver ciertos asuntos que me obligan a alejarme de vos – no pudo mirarme a los ojos cuando me dijo esto – Hacé lo que quieras, no puedo evitar tu destino.
-Destino, ¿qué es eso?
-Quiero decir que vos sabés.
-Bueno, ya, sin tragedias, por favor.
-Dale, separémonos como dos cubitos de hielo, ¿te parece?
-Sin sarcasmos, sin dramatismos, sin nada.
-Entonces, ¿qué harías vos en mi lugar?
-Nada.
-¿Nada?
-El que nada no se ahoga.
-No te hagas el gracioso, que no es momento.
-No llores, Raquelita.- Y después de esta miserable conversación, preparó sus bolsos y se fue al carajo.
La noticia de su muerte, o mejor dicho, casamiento, me llegó mucho tiempo después, justo cuando estaba volviendo a enamorarme.
Dafne Mociulsky
viernes, 28 de mayo de 2010
Hace 5 minutos terminé de escribir este cuento
Me enteré hace poco y no puedo quitármelo del pensamiento. La data me llegó a través de una borrachera; estaba con mi amigo, ese que hacía rato que no nos veíamos. ¡Qué cambiado lo encontré!, pelo largo, barba, bigotes, la piel bronceada, en fin, se lo veía mejor, hasta había dejado de beber, dijo, pero esa noche hizo una excepción por mí. No sé cuántos vinos habremos descorchado y vaciado, no importa el número. En algún momento de la velada, se nos dio por confesarnos cosas que quizás ya sabíamos, sin embargo, me encontré con algo que no me esperaba: él había estado con una amiga mía, digo amiga porque nunca fuimos pareja, éramos una sana mezcla de amantes y amigos. Yo creo haber estado un poquito enamorado de ella, aunque tuve que contenerme por falta de estímulo, ella tenía un fuerte discurso contra el compromiso y, con el tiempo, nos fuimos enfriando. A veces nos veíamos en fiestas y eventos a causa de nuestros amigos en común. La mayoría de esas veces, cada cual estaba respectivamente acompañado, así que nunca más volvimos a dormir juntos. Además, meses después de nuestro frío mutuo, ella se fue a vivir en pareja a algún pueblito del norte, creo que en Jujuy o Salta se instaló, y casi nada más se volvió a saber de ella.
Mi amigo me confesó que él gustaba de ella antes de que estuviera conmigo y albergaba ciertas esperanzas (era una de esas chicas que uno quiere como novia). Después de mí y antes de irse al norte a hacer vida de casada jipi, existió un pequeño espacio de tiempo que compartió con mi amigo. Nos reímos, mucho. Él le había preguntado si estaba enamorada de mí o si alguna vez lo estuvo -¿Y qué te dijo? – le pregunté yo, sintiendo que mi ebriedad disminuía, él se tomó una pausa de vino, evidentemente había metido la pata y no quería contarme eso, pero ya era tarde y me contestó –Mirá, vos viste cómo es ella, es una mina rara… me dijo que hubieras sido perfecto salvo por un defecto…
-Bueno, no seas malo, ahora tenés que decirme cuál, ¿no?- se deshizo en disculpas, excusándose por el hecho de estar borracho y hablar giladas, hasta llegó a hacerse el boludo, tratando de hacerme creer que se había olvidado de lo que estaba diciendo, intentó hacerse el dormido y, por último, se me cagó de risa en la cara -¡Te la creíste, qué salame!- pero no, por más tiempo que hayamos pasado sin vernos, no llegó a ser tanto como para desconocernos las mañas, las mentiras y, claro está, las metidas de pata; así que, ya medio enojado, le rompí las pelotas para que me devolviera mi defecto secreto, porque era MÍO.
Nos quedamos callados, tal vez un poco arrepentidos los dos de haber llevado la alegría del reencuentro hasta ese momento de mierda. Mi amigo suspiró y dijo
–Que no sos un buen chupador de concha, eso me dijo. Y te digo más, ya que estamos: también estuve con la negra, ¡sí, tu ex novia!, ah, ¿ya lo sabías?, bueno, yo sabía que no te iba a molestar y… eso, la negra me dijo lo mismo de vos.
En ese instante se me pasó el pedo. El silencio era tal que se escuchaban las variaciones sonoras del motor de la heladera. Creo que él puso música, si mal no recuerdo algo de los Rolling Stones, que son antidepresivos. No nos dijimos nada más, hasta que él consideró que era el momento de irse y agregó –Si yo te dije eso, es porque te quiero mucho y quiero que mejores tu calidad de vida sexual, loco. Vos, acaso, ¿no me lo hubieras dicho? ¿Permitirías que yo ande por la vida chupando mal las conchas, pudiendo decírmelo para ayudarme a cambiar? No me acuerdo qué le contesté, igualmente nos despedimos con un abrazo.
Esa declaración no pudo haber llegado en peor momento: estoy enamorado. Vengo haciendo un trabajo fino con una compañera del laburo. El equilibrio es muy delicado, es jodido meterse con alguien a quien vas a verle la jeta quieras o no, pase lo que pase, y que si llegáramos a estar juntos estaríamos todo el puto día juntos, sí, ya sé, pero hace tres años que me vengo planteando estas cosas y no me importa nada, ya lo pensé todo, estoy dispuesto a llevarme bien con su hija y a preparar a mi hija para que la acepte y la quiera, a ella y a su hija.
En estas últimas dos semanas tuvimos tres citas: en la primera fuimos a comer y nos re besamos, en la segunda fuimos al cine y nos re calentamos, en la tercera ya daba para todo, pero ella estaba indispuesta y le dolían los ovarios, así que lo dejamos para hoy.
No puedo parar de pensar en eso, ¿qué tantas desventajas puedo tener yo si es tan cierto que soy un mal chupador?, para mí, una mujer que no chupa bien la pija, o que no le gusta hacerlo, no merece mi respeto… Si las mujeres con las que estuve piensan como yo, esto es terrible. Pero bueno, ¡basta!, tengo que superarlo, tengo una boca y una lengua, como cualquier otro. A lo mejor fue cuestión de gustos y justo a esas dos conchudas no les gustó mi manera de chupar (tampoco deberían andar difundiéndolo por ahí) qué se yo… aunque si me remonto más al pasado, creo haber recibido quejas, no sé si muchas o pocas.
Yo estuve casado, ¿cómo puede ser que en cinco años de matrimonio no haya aprendido?, bah, eso no cuenta, ¡era tan pendejo cuando me casé!, ni siquiera le llegué a romper el culo a la madre de mi hija.
Pero yo soy un pelotudo bárbaro, ahora me doy cuenta, ¡cómo me voy a chupar bien una concha con esta dispersión mental!, no debería estar pensando en todo esto mientras estoy chupando una concha, encima la concha de la mujer que realmente me gusta.
Sin embargo, parecen marchar bien las cosas, de todos modos. Ahora estoy concentrado y trato de que sus gemidos enmudezcan mis soliloquios. Ojalá que en cualquier momento me interrumpa con un orgasmo. Qué divina que es, cada tanto la miro y sus gestos de placer curan mi autoestima. Qué linda conchita que tiene, toda depiladita, riquísima. Un momento, acá hay algo raro: ¡Cómo voy a ser mal chupador si me gusta chupar!, sí, listo, ya fue, era cuestión de gustos y a esta belleza que tengo contra mi boca parece gustarle y mucho. ¡Gracias Dios por permitirme esta oportunidad!
No sé si debería parar, dejarla interactuar un poco. Hace un rato intenté desprenderme y me agarró de los pelos y me volvió a mi lugar. Bueno, no tengo drama, sigo, con arañazos en la espalda es mejor, me cebo más. Sigo chupando, ya confiado y cuanto más chupo, más profundamente, mi lengua se choca con algo redondo que se asoma debajo del clítoris, intento otra vez desprenderme pero esta vez para mirar, por curiosidad, pero ella me vuelve a mi puesto apretándome la cabeza con las piernas y esa cosa redonda crece y se asoma, se va metiendo adentro de mi boca.
Yo quiero ser cortés, quiero darle la mejor chupada de concha que haya recibido en su vida, y que en caso de que yo no me convierta en su amor y me deje por otro (puesto que yo no la dejaría por ninguna) que en el futuro nadie se la chupe mejor que yo. Quiero que esta chupada quede en el almanaque de su vida, que cada vez que sea 28 de mayo recuerde esto que está pasando ahora. Yo, atareado en mi labor, ignoro eso que le sale y crece en mi boca, parece una pijita.
Pasó un rato largo y seguimos así, unidos por boca y concha, aunque ahora que se ha terminado de endurecer, no cabe duda de que esto que estoy chupando es una pija.
Y bueno, qué se yo, no me deja salir. Sigo apretado entre sus piernas, tengo los oídos totalmente tapados, no escucharía ni un gol de Argentina en una final. Ya orgasmeó tres veces y parece que tiene para rato.
Con todo lo que he vivido, ya me di cuenta hace rato que debo amar a la mujer adecuada y no a la mujer ideal. Esta es la adecuada, ésta es la que me hace reír todos los días, haciendo que mi laburo me resulte más copado, ésta es la protagonista de mis últimas pajas, es su hermosa sonrisa la que se me aparece en el momento de acabar y eso es un síntoma de amor puro. Me hago a la idea, será así pues, la mujer que amo desarrolla un pito por la concha cuando se sobreexcita y yo seré su mejor chupador.
Dafne Mociulsky
viernes, 7 de mayo de 2010
Cobertura de la 13º FLIA y se viene la 3º FLIA en La Plata!
-¿Dónde estás? ¿Qué haces en la rural? - pregunta un muchachín hablando por celular- No, boludo, no, en la Feria del Libro Independiente te dije… no… en Sociales… tomate el 12 mejor...
Y sí, puede pasar, pero confundirse de esa manera es un bajoncito, aunque libros son libros y en ningún lado muerden, todos los caminos son válidos para transmitir tu obra… epa ¿será tan así?
No lo sé, calculo que para unos sí y para otros no, pero el plus FLIA no está en la otra feria.
Por ejemplo a quienes me cuentan que fueron a la feria de la rural les pregunto que onda y son muchos los que me dicen que aburrido y los libros caros. Y eso en la FLIA no pasa, bueno sí, hay algún libro caro… pero aburrirse ni en pedo.
Salgo de mi puesto en busca del público a preguntarles por qué vienen:
- ¿A ver si adivinás de donde es mi acento?- me repregunta un loquillo.
- A ver… hablá mas…
No adivino su acento y me cuenta que es de Mendoza, pero estuvo viviendo en Rosario y en Córdoba mucho tiempo. Que ya vino a otras FLIAs y que a la plaza uno va muchas veces porque le cabe y que acá te encontrás con un montón de cosas buenas y gente afín.
Y el estacionamiento ahora, por unas horas, está todo recuperado, no solo el perímetro del comedor, y no parece tan grande como a la mañana.
Igual el problema sigue estando desde el 2008 cuando “se abrió una causa que imputa a todos los estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales por usurpación. A principios de este año, el rector de la Universidad, Rubén Hallu, como querellante se puso al frente de la causa en la cual el imputado pasó a ser el que en ese momento era el Presidente del Centro de Estudiantes, German Feldman.”
El lugar donde estamos pertenece a la universidad, entonces pertenece a los estudiantes, eso no tiene muchas vueltas. Y los intereses de los estudiantes no transitan por el mismo lugar que los intereses del rectorado, resulta evidente.
Abrazos: me lo cruzo a Héctor de la Huerta Orgázmika, me cuenta que están organizando para el 18 de mayo una “caravana alegre del descontento y el placer orgázmiko infernal.” Se cumple un año de la destrucción de la huerta y salen desde Rojas y la vía a las 18 horas con rumbo al Parque Centenario, donde junto a Parque Libre Cine Abierto van a estar proyectando material relacionado a la Huerta.
Me voy cerca de los canteros y me siento un rato, pido fuego y resulta que el convidante es escritor de José C. Paz: - Me vine con la mesa y la mochila en el tren y después colectivo. Y el plan es volver desde la misma manera.
Los dos días los tengo como uno solo, de horas en donde vi de todo. Escenario, cerveza en vasos grandes hermosos, charlas, proyecciones, visuales, comidas compartidas, arte amarte, fernecito, una mesa de ping pong solidaria y conversas con personas que nunca antes había visto y resultan extrañamente familiares.
Y las comidas, las artesanías y las ropas… “a todos los hippies del universo, gitanos hermanos vagabundos de este mundo, yo los saludo y los elevo, y los abrazo con el corazón” dice una letra de Arbolito, que nunca tocó en la FLIA, pero si dio una charla Osvaldo Bayer quizás un día se peguen una vuelta porque la FLIA tiene algo de eso que ellos cantan. Y dos perros juegan a las mordidas alrededor de los poetas que recitan. Y los chicos corren por ese inmenso estacionamiento recuperado, en donde no sé quienes preparan una bandera gigantesca para no se qué.
El otro día escuche una canción por la radio: “Si la luna fuera tiza yo escribiría en el cielo, con letra bien prolijita: ¡qué vivan nuestros maestros!”
Llamé a la radio y no contestaban y tampoco lo anunciaron. Y ahí lo escucho en el escenario de la FLIA y ya sé quien es Alejandra Rabinovich.
Cuando termina de cantar me voy de a pasitos para una de las esquinas, no salgo del playón, pues lejos del escenario y sin micrófono, un grupo toca música, canta y recita. Me ofrecen una pandereta para que me sume.
P.M.Giacobbe
www.larefugio.blogspot.com
www.refugiodebipedos.com.ar
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Y se viene la 3º FLIA en La Plata!!!!
Desde distintos puntos de esta zona geografica a la que caprichosamente llamamos La Plata de nuevo se ponen en marcha los diferentes motorcitos independientes que estamos queriendo arrancar este 2010 a pura fiesta y cachivache!
La 3ra FLIA en La Plata ya empezó a gestarse!
De nuevo en el casco urbano, y esta vez junto al centro por los derechos humanos
Hermanos Zaragoza (av. 53 nº 435, entre 3 y 4, a diez cuadras de la estación de trenes y de la terminal de micros)
El SABADO 8 de MAYO desde el mediodia hasta las 2 de la madrugada, todos los que se acerquen a la rambla van a encontrar poetas, músicXs, cocinerXs, performers, payasXs, editorXs, vegetarianXs, mimos, escritorXs, fotógrafos, artistas plasticos entre otro diverso montón de personas y personalidades, que estarán recorriendo los puestos al aire libre llenos de libros, pinturas, revistas, discos, fanzines, fotos, poemas, películas, dibujos, empanadas, remeras y muchas otras cosas.
FLIA
(Feria del Libro Independiente y Autogestionada, Amiga, Almalibre, Anárquica, Ambulante... ) es un espacio organizado por chicXs de diferentes ambitos, con diferentes ideas y diferentes intereses entre si, que comparten las mismas ganas de crear nuevos vinculos y relaciones entre las personas por fuera de los circuitos económicos establecidos por el mercado.
Si te interesa la movida de la autogestión acercate a imaginarla con nosotros.
Funcionamos en reuniones horizontales.
No necesariamente tenés que ser fotógrafo, poeta, artista plástico, cocinero, ni nada.
2009 - 11 de mayo - 2010
¡Un año de FLIA La Plata !