lunes, 5 de noviembre de 2007

Yo, Dafne, en la 3º Feria del libro Independiente, 3/12/2006, en la Asamblea de Palermo. Las chicas de la FLA te pintaban la cara en la barra



Principio de la Segunda Parte de mi novela "Martín Descoronado". Para comprender este fragmento, aclaro que esta es una novela chusma. Osvaldo y Cintia "la china", eran pareja, pero a Cintia le gustaban las mujeres y por eso lo dejó por Paula y él, sintiéndose muy herido, decidió mandarlas al frente con sus respectivas familias... con el aliciente de que los padres de Cintia son testigos de Jehová, uh!

SEGUNDA PARTE


Si la china hubiera sido más chica, no la hubieran echado de la casa; pero sus padres consideraron que con sus 25 años ella, para bien o para mal, ya tenía su carácter formado y ni la iban a convencer de hacerse testigo de Jehová o que le gusten los hombres.
Después de conversar con Osvaldo, padre, madre y hermana de Cintia entraron al cuarto de ella y comenzaron a vaciarlo, empaquetando todas sus pertenencias con suma prolijidad. La china se había quedado en la casa de Paula que, a su vez, vivía también con sus padres y esperaba el rompimiento. Todo esto entra en el mismo día; a las tres de las tarde Osvaldo habló con los padres de la china y a las seis estaba citado con los padres de Paula. Ellas habían pensado en varias cosas: hacerle un piquete en la puerta, cagarlo a palos, ir a buscarlo antes y tratar de hacerlo razonar, en fin, era más bien un pasatiempos, un esperar el momento sin estar calladas. De alguna manera estaba subrepticiamente bueno esto de no tener que exponerlo ellas.
Brenda llamó a la china a las cinco de la tarde para preguntarle si había alguna novedad, como no la hubo, la novedad fue de Brenda, que se ofreció para albergarlas en su propia sub – casa y que hasta había vaciado un sector del placard y que Ariel estaba dispuesto a donar un colchón - ¿y tus viejos? – preguntó la china, haciéndose a la idea – ya están curados de espanto conmigo – adujo, y le dio unas pinceladas más a ese cuadro que telefónicamente parecía tan sencillo y feliz. Lo triste del asunto era que Paula se llevaba relativamente bien con sus padres y hermanos. Paula no había trabajado nunca, porque ni bien concluyó sus estudios secundarios comenzó la carrera de Periodismo y, tras terminarla en cinco años quiso comenzar otra carrera que, ante la sorpresa general, eligió Derecho. Como la UBA quedaba lejos sus padres decidieron hacerse cargo de las cuotas de la universidad privada más cercana. En esta instancia Paula estaba en segundo año y aún dependía económicamente para todo de sus padres. No comía si tenía que cocinar ella misma y no lavaba ni sus bombachas, tampoco hacía su cama, no secaba el piso después de bañarse, jamás guardaba nada de lo que usaba en su lugar y dejaba frutas mordidas en la heladera que nunca volvía a comer. Y sus hermanos eran más sucios que desconsiderados y más vagos que conflictivos. Ambos tocaban en la misma banda de "rock latino", Paula iba a verlos, y por eso conocía tantos lugares de la capital que a la china ni le interesaba conocer. Desde que estaba junto a ella, salía mucho menos, a penas una vuelta por "El monarca" de vez en cuando. La china no quería admitirlo, tampoco hacía falta, todos sabían que le tenía miedo al tren, además de odiar a los colectivos. El menor de ellos estaba al tanto y estaba dispuesto a apoyar a su hermana con su pareja, pero le aclaraba determinados puntos cuando conversaban acerca de este nuevo tema: que tenía que buscarse otro lugar para vivir, preferentemente en otro barrio, que tenía que buscar trabajo ¡urgente! y que se bancara lo que viniera – Y no cometas la infantilidad de enojarte cuando se digan barbaridades en plena rabieta – le subrayó especialmente.
Mientras tanto, faltando diez minutos para las seis, Paula y Cintia decidieron abrazarse tanto como les permitían sus fuerzas y así, pegadas la una a la otra, inmóviles como algo que no pasa, esperaron que se pudra todo. Cuando la puerta se abriera, ellas estarían juntas de verdad.
A las seis de la tarde y dos minutos llegó Osvaldo a la casa y fue recibido por Isabel, la madre de Paula, en la cocina. Le ofreció mate y tortas fritas, que eran su especialidad y las hacía muy a menudo. El no quería nada de eso, pero aceptó para evitar una incómoda insistencia. Isabel sabía que esta visita no auguraba nada bueno. Supuso que le vendría a decir que su hija se drogaba o que andaba con gente rara; ya había pasado por esto con sus dos hijos. El segundo ni dolió. Después hablaría con ella y le diría lo mismo que a los otros: "Me estás enterrando viva, dejá eso por favor. Yo te parí y te cuidé con amor, ¿por qué te destruís, qué te hace falta?, ¿no pensás en tu familia?", aunque súbitamente le pareció que no se trataba de eso: nunca le había visto los ojos enrojecidos, ni la vio comiendo compulsivamente, o pasando horas frente a la tele cambiando de canal y riendo prolongadamente – Decíme, querido, ¿de qué es que querés hablar?, la verdad que me dejaste preocupada. No es nada grave, ¿no?
- Depende de cómo vea las cosas usted. Mire, su hija es lesbiana, Paula y la china son pareja – la mujer rió de buena gana - ¿Qué decís?, ¿de mi hija estás hablando?, ¡estás loco!, ¡si a ella le gustan los hombres, lo sé!
- Yo ya le dije lo que tenía que decirle, y si no me cree, pregúntele a ella – y con mucha seriedad se puso de pie, la señora dejó de sonreír – Entonces, querido, ¿qué ganás contándome todo esto?, porque algún interés debés tener, no creo que lo hagas por el simple placer de chusmear – Osvaldo no le contestó y se guardó el celular en el bolsillo de la bermuda – la china salía con vos, ¿no? – tampoco quiso contestar esa pregunta y se fue sin saludar.
Las chicas, empapadas en sudor, se desprendieron maquinalmente al escuchar los pasos de Isabel que se acercaban. Golpeó la puerta – Pasá – y se miraron con los ojos muy abiertos durante un segundo que la madre no vio. Ella se sentó en la cama, su semblante parecía calmo – China… yo sé que te querías sacar de encima a ese pobre muchacho diciéndole cualquier cosa, pero hay mentiras mejores y menos dolorosas, ¿no te parece?, me dio pena, pobrecito, ¿por qué no vas y le decís la verdad?
-Bueno, pero no por ahora, quiero esperar un poco más, al menos hasta estar segura de que no sienta nada más por mí, ¡no sabés lo denso que es!
-Sí, ya veo, y encima, ¡buchón!
-¿viste?, y tiene un par más: celoso, amargo, pijotero, pesado, en fin.
-Sí, todo un aparato – dijo de repente Paula, que no había emitido ni media letra en media hora y se sintió el aliento añejado al hablar – Está bien, chicas, pero que esta pavada no dure mucho, después la gente murmura, ya saben cómo es. ¿Les traigo tortas fritas?

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