miércoles, 19 de septiembre de 2012

Sigo con esta historia sin título aún


III
Dos días sin Internet, no sé qué hacer, no me avisaron que esto era adictivo. La doña a veces me contagia un poco su mala onda, que no, no es eso, es desmotivación. La doña no es mala, pasa que tuvo un pasado muy glorioso e insostenible en el tiempo. Hoy siento lo que llamo tristeza ajena. Para no pensar, ando por el patio regando las plantas con los tacos puestos, así se me acostumbran los pies. No sé si me quedan grandes o tienen que ser así, parezco una niña con los zapatos de su madre. Bueno, en realidad sí son de mi madre los zapatos y sí, en cierta forma, soy una niña que se quedó sola.
El vestido también es de mi mamá y me queda grande. No sólo no aprendí a cocinar, tampoco a cocer ropa, personas sí porque soy enfermera, claro. Puedo cocer una pelota de cuero porque es algo parecido, pero un pantalón me resulta complicadísimo. Igualmente no debí cocer heridas, eso lo hacen los médicos, pero hubo un par de situaciones en la calle en las que me ofrecí espontáneamente. También soy una heroína si quiero. Hasta tengo súper poderes, creo.  Nunca siento cansancio, puedo pasar la noche sin dormir y estar fresca como una lechuga al día siguiente. Puedo saber quién llama sin ver la pantalla del celular. Sé lo que va a pasarme, algunas veces, otras no tanto. Adivino el precio exacto de mis compras y sé lo que necesita la doña antes de que me lo pida. Puedo vivir cualquier sueño como si fuera real, por eso a veces me da miedo dormir.
Anoche, cuando me acosté y cerré los ojos, me pasaban trenes por los párpados. Los abría y nada, cerraba y pasaban trenes, también la cámara se movía, mostrando otras cosas del mundo ferroviario, andenes, estaciones desvencijadas, muchos árboles detrás del alambrado, hombres trabajando, pasto entre los adoquines, pasajeros. Todo esto estaba en mis párpados. Como duermo con la radio encendida, no sé si esta película tenía audio, preferí no saberlo y no dormí. Aunque cada tanto, fascinada, miraba los trenes dentro de mí. Todo estaba en un tono sepia, hormigueado. Fue raro que no aparecieran los fractales a los que estoy habituada. En cuanto a los trenes, podía sentir la velocidad, la vibración y mi cuerpo flotaba, mi piel no sentía los límites y yo no sé qué era, ni siquiera estaba durmiendo. Abría los ojos y nada, los cerraba y todo esto volvía a suceder como si tal cosa.
Hablé con Cándida y con Laura, quiero que vengan a mi casa, yo sé que están muy ocupadas, pero de verdad necesito que vengan. No recibo muchas visitas, a veces entran los vecinos por una u otra razón. Yo si estoy al pedo no tengo problema en tomar mate y charlar con cualquiera. No le tengo miedo a las personas, en absoluto. Miedo le tengo a los perros grandotes que no conozco y me ladran, miedo le tengo los ascensores, a las iglesias, a los árboles caídos (en serio, una vez, enfrente de casa, la tormenta derribó a un árbol, creo que era un álamo y su espectáculo fue espantoso, todas esas raíces desnudas, arañando el aire, mostrando avergonzadas, furibundas y agonizantes sus dedos de bruja desnutrida y el tronco desesperado, aún vagamente vivo, las hojas serían las últimas en enterarse. Yo lo vi todo, día a día, desde la ventana de mi cuarto. Vi morir a un árbol de la peor manera posible. Desde entonces aparto mi vista de los árboles víctimas de las tormentas.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Falta poco para mi viaje y justo me agarraron ganas de escribir, así que voy a ir usando mi blog como pen drive otra vez

Incorporo personajes, eso me pasa, eso me pasó siempre, toman el control de mis pensamiento estos seres dibujados en mi imaginación, a veces son desagradables, hacen y dicen cosas que yo no y cosas que sí, son raros, son comunes, son... personajes. Nacen en un momento, y después no se mueren nunca.

I
Tengo un problema con las ilusiones. Cuando era chica, una vez, les estaba dando de comer a las palomas en una plaza y comenzaron a venir en cantidad, algunas se sintieron más confiadas y se subieron a mi regazo, como ya no tenía más maíz, comenzaron a buscarlo en mis bolsillos, en mi carterita de fantasía, en mis manos vacías, pero no, ya no tenía, y una se me subió a la cabeza, tal vez a falta de maíz quería piojos, después fue confuso, no sé muy bien cómo y por qué terminé en el hospital con un ojo emparchado, creo que me entró caca de paloma en un ojo o algo así. Entonces, con las ilusiones me pasa algo parecido: las alimento hasta que me hacen daño. Yo soy la paloma y quien le da de comer al mismo tiempo y la que se caga en su ojo también. Una pena que mi mamá se haya muerto, porque yo tiendo a distorsionar los recuerdos y ella recordaba sin ponerle arte al asunto, no adornaba nada, recordaba los hechos tal como habían sucedido. A mí me pasan otras cosas en el camino del recuerdo a la palabra.
A veces no sé si lo de las palomas fue tan así o si pasó algo por el estilo y el parche en el ojo corresponde a otro episodio. Pero qué importa eso cuando una se siente sola y tiene ganas de hablar. Muchas ganas de hablar.
Yo creí que para esta edad ya iba a estar casada, siempre lo creí así. Mis muñecas tenían los nombres de mis futuras hijas. Pero nada de eso pasó. Mis amigas estudiaron, viajaron, se recibieron, probaron muchas experiencias, se drogaron o no, alguna que otra ya es mamá. A mí no, nada de nada. Yo me quedé en Saavedra viendo pasar la vida, regando las plantas de mi patio (mi vieja sigue viva en ellas). Lo más lejos que fui…. A la costa, supongo, a las islas del Tigre, una vez a Uruguay, pero todo esto con mamá y papá, claro, hace mucho tiempo, antes de que usara corpiño. Creo que lo más lejos que llegué por mi cuenta fue hasta Lomas del Mirador porque tenía un novio ahí. Con ese me quería casar yo, pero nos llevábamos mal.
Mi problema con las ilusiones es que poco tienen que ver con las posibilidades que me ofrece la realidad, simplemente me enfrasco, el vidrio se empaña y ya no puedo ver más que las películas exageradas de mi imaginación. Claro que estas ilusiones están ligadas a las necesidades que padezco. Me gusta que me abracen, lo necesito todo el tiempo, a cada rato, por eso no puedo vivir sin mascotas. Prefiero los abrazos humanos, aunque son mucho más caros. Hace rato me hice a la idea de que cobramos por nuestro cariño, cobramos cariño por nuestro cariño, valga la redundancia (jeje, la palabra “redundancia” me hace sentir importante, como usar la expresión “eso depende de qué factores estén en juego”). Yo me quiero, ¡y gratis!, pero no me alcanza, no. Sexualmente estoy bien, tranquila. No tuve mucho sexo a comparación de otras chicas de mi edad. No me gusta tanto. Una vez probé con una chica a ver si era por eso, pero no, tampoco. No soy tan apasionada, lo que me estimula a mí es mimar y ser mimada. Pero eso sí: cuando me case o me junte, aprenderé todas las chanchadas necesarias para ser una buena compañera y, ¿ves? Ya me estoy ilusionando, imaginando una cara, color de pelo, de ojos, altura y peso, porcentaje de grasa corporal. No, mejor hablo de otra cosa porque ya sé que esto me va a hacer llorar.
No salgo mucho. La hija de la señora donde trabajo a veces me invita a fiestas. Una vez fui, creo. Me prestó su ropa, yo no tenía nada. Engordé bastante desde que murió mamá. Ella sabía hacer comidas saludables pero yo nunca aprendí a cocinar bien y vivo a patys y fideos, además mi vieja me obligaba a tomar agua en casa y sólo podía tomar gaseosas en el colegio o en casas ajenas. Ahora tomo gaseosas todo el tiempo: lunes, seven up, martes mirinda, miércoles coca-cola, jueves paso de los toros pomelo, viernes sprite (y no me vengan con que seven up es lo mismo, porque no lo es), sábado coca-cola de nuevo, pero con un chorrito de fernet porque es el mismo día que como patys con queso derretido y domingo opcional, según las ganas que tenga. También como mucho pan, en la cantidad que antes comía frutas.
Cuando tenía novio iba al gimnasio de acá a la vuelta. Ahora no sé, no tengo muchas ganas y me avergüenza mi dieta. De todos modos, debo perder un kilo, o dos, porque si no me voy a tener que comprar otro vestido para el casamiento de Cándida, mi mejor amiga.
Cándida es integrante de las chicas locas de Saavedra rock. Tuvimos una banda, no, la banda se supone que aún existe en nuestros corazones, hicimos un juramento: que nuestra banda no moriría jamás y enterramos una bandera con nuestros nombres en la plaza. Algo grabamos, ninguna sabía tocar realmente un instrumento, pero hacíamos lo que podíamos, yo cantaba y hacía ritmo con la pandereta, Laura hacía ruiditos con el teclado de su hermanito y Cándida cantaba y hacía la batería con las ollas. Nos divertíamos como boluditas que éramos, nunca teníamos un peso, nunca nos comprábamos nada, era barata la diversión. Las chicas chetas del curso no podían entendernos y a veces nos pegaban. Ellas sí que gastaban plata en el shopping. Nosotras estábamos siempre en la plaza hasta que crecimos y empezamos a tener novios y sexo. Cándida se va a casar con su primer novio, llevan diez años en pareja. Parece que se quieren, aunque es un amor como… “automático” diría yo, tienen días y horarios para todo, hasta para excitarse necesitan organizarse (esto me lo contó por teléfono la semana pasada). Ah, y hablando de Cándida, hace cuatro días que tengo internet en casa. La cosa fue así: resulta que mi amiga y yo no nos veíamos desde hace cinco años y para rastrearme me buscó por facebook, por Messenger, por google, pero claro, así no me encontró, hasta que dio con una vieja guía telefónica de Saavedra en la casa de su mamá y me buscó por apellido “Milani, Andrea Aleluya” (sí, es raro, pero mi segundo nombre es aleluya y muy poca gente lo sabe. Ah, pero esa que figuraba en la guía era mi abuela, yo me llamo igual, creo). No podía creer cuando escuché su voz. No es fácil comunicarse conmigo, en mi celular tengo solo quince números y es fácil recordar quiénes son, una mitad son deliverys y la otra parientes y amigos, más parientes que amigos. Tengo una prima que me ofreció un disparate: que yo le canjee mi casa, bah, la casa que fue de mi abuela y después de mis viejos por su departamentito de mierda, porque está embarazada y junto a su marido se quieren mudar a algo más grande. Me dijo cosas lindas al principio para convencerme y después cuando ya no pudo me dijo cosas muy feas. Bueno, volviendo al reencuentro con Cándida, me insistió para que me ponga internet en casa y me abra una cuenta en facebook para estar permanentemente conectadas. Y le hice caso, ahora no puedo parar: ya no miro la tele, ya no veo películas, ya no leo el diario ¡lo tengo todo en facebook! Además vi como están todos mis compañeros del colegio ahora, es muy gracioso ver cómo engordaron algunos y se produjeron otros. Mucha bola no me dan, pero a veces tecleo cualquier nombre al azar y si me gusta la foto de la persona la agrego, a veces me aceptan y chateo con perfectos desconocidos durante horas, me hace mucha compañía esto, aunque a veces la cuelgo y me olvido de salir, de sacar al perro a la plaza, de darles de comer a mis gatos y de regar las plantas. De trabajar no me olvido, eso no.
Cuido a una señora que está muy enferma. No tiene nada en especial, si no que… cómo decirlo sin que suene terriblemente trágico, a ver, digamos que ya no tiene ningún interés en seguir viviendo, todo la aburre y la entristece. Ve a la vida como un conjunto de obligaciones orgánicas: comer, cagar, dormir. No hay emoción. Su hija ya se acostumbró a que su madre jamás se alegrará por sus alegrías. Su hija y yo somos medio amigas. Ella tiene hermanos de parte de padre, al revés que yo, que tengo un hermano de parte de madre que vive en Brasil. Mi hermano es gay, esto a mamá le daba mucha vergüenza frente al mundo, pero no frente a él, es decir, de no haber sido por el qué dirán la hubiéramos pasado mejor cuando nos enteramos. Yo me puse un poco contenta porque lo vi contento a él, es tan lindo encontrar al fin un amor… debe ser hermoso, tal vez me pase algún día. A veces me enamoro un ratito de alguien que pasa por la calle. A veces persigo por algunas cuadras a chicos que me gustan y luego me escondo o me hago la boluda, pero en esos momentos las ilusiones me matan, me imagino que el chico se va a dar vuelta y me va a resolver la vida con una sonrisa afirmativa y… claro, la señora que yo cuido es el extremo opuesto a mí, ella vive sin ilusiones, expecto la de morir pronto, a veces me lo dice “Roxana, yo me voy a morir pronto, ¿verdad?” y yo le digo “Sí, señora, todos finalmente encontramos lo que buscamos”. Habla muy poco esta señora. Mi trabajo, básicamente, consiste en hablarle, por suerte para eso soy buena. Pobre doña, me da un poco de pena, ella en su juventud fue hermosa. Quedó así después de la separación, según dicen en el barrio. El marido la dejó por otra más joven y ella nunca pudo reponerse, en fin, cosas que pasan. Mi papá a mi mamá le hizo exactamente lo mismo pero mi vieja se lo aguantó con entereza, aunque falleció hace dos años de cáncer, en fin, yo no sé si tendrá algo que ver. Lo que lamentó mi vieja antes de morir fue que yo no estuviera casada y me dijo algo raro el último día que estuvo viva: “Desconfiá de tu pensamiento”.


II
Cándida no sabe que yo tengo un problema: lloro en los colectivos, y mucho. No sé qué me pasa, en algún momento me saco los auriculares, escucho a mi alrededor, veo por la ventana, siento los olores de la gente, toco el asiento, el cabello de quien está adelante sin querer, siento gusto a soledad en la boca y mi estómago se hace puño, un puño enojado y triste que quiere que llore. Vomito lágrimas. La gente se incomoda, a veces me preguntan qué me pasa, pero yo no respondo. Bien, este es un verdadero problema porque tengo que viajar desde Saavedra hasta Berazategui, bah, es en el “Ranelagh Golf Club”, su futuro marido es polista o algo así, según entendí. Entonces, no voy a caminar ocho cuadras con tacos, tengo que tomar un colectivo hasta la estación Saavedra, después el tren hasta Retiro, en Retiro subte hasta Constitución (todo esto para evitar el 60 hasta Consti), y en Constitución, tren a Berazategui y, si no es muy caro, un remis…  pero si es en Ranelagh, ¿no tengo que bajarme en Ranelagh?, soy medio despistada yo, siempre me pierdo y pierdo mis cosas, mi plata, mis llaves, hasta mis perros se me han perdido. En fin, en otros transportes que no sean los bondis no lloro tanto. Consulté cuánto cuesta un remis desde acá hasta allá y ni da: son doscientos pesos. Por esa plata preferiría pintar las paredes de mi casa, que están un poco descascaradas. Yo no me esperaba estar sola a esta altura de la vida, me refiero al vivir sola. Un par de veces alquilé las piezas, pero no resultó la convivencia, no me gusta la gente borracha que trae borrachos, mucho quilombo, mucho griterío y al pedo, además no me hacían caso cuando les pedía por favor que se comporten bien. Una vez llegué muy cansada de cuidar a la doña y me dolía la cabeza, entonces abrí la puerta de casa y ahí los vi, al que me estaba alquilando la pieza de arriba con su novia, garchando en el sillón del living. Mi primera reacción fue cagarme de risa, pero después me enojé un poquito. A la semana se tuvo que ir, dejó muchas botellas vacías debajo de la cama, el muy roñoso.
A riesgo de que se enoje mucho conmigo, le conté a Cándida que tal vez no quiera ir a ese casamiento porque me resulta muy complicado llegar y ella me dijo:
-¡Pero Lauri! ¿no tenés algún muchacho afortunado que te acompañe?
-No, no tengo, creo que hace como cinco años que no tengo novio en serio.
-Pero… ¿No te estás garchando a nadie?
-Y, me parece que hace un año que no cojo.
-A ver… yo tengo un amigo para presentarte.
-¡Contáme!
-Está en la misma que vos: se separó hace bastante, es un tipo tranquilo y sé que anda buscando novia hace rato pero no tuvo mucha suerte. Se abrió una cuenta en una página para conocer gente y le fue re mal: se encontraba con las minas, las invitaba a cenar, a tomar algo y las acompañaba a sus casas, nunca le dio bola ninguna y en tres meses se gastó cinco mil pesos en salidas, a causa de esto se endeudó con un amigo, cayó en una profunda depresión, tuvo que ir al psiquiatra pero no pudo pagarle más y tampoco podía pagar la medicación, así que le cambió una letra a la palabra y empezó a hacer meditación, haciendo meditación se dio cuenta que necesitaba una novia y, bueno, ya te conté toda la historia, te lo sugiero como amigo en facebook, además, él vive más o menos cerca de tu casa, podrían venir juntos, tiene auto.
-¿Y de dónde salió el chabón ese?
-Amigo del socio de mi marido, de parte del suegro.
-Aaaaa, entendí.
El hombre se llama Gabriel. Se ve bien en las fotos, es medio gordito, pero zafa. Su charla es agradable, al menos por chat. Ya hace dos meses que tengo internet en casa y estoy re canchera. Hasta me hice un blog con fotos de cuando era chiquita, subí a todas mis muñecas con sus respectivos nombres (de eso sí me acuerdo: Laura, Roxana, Andrea, Victoria, Mercedes y Milagros). Quiero tener hijas cuando sea grande, no hijos. No me gustan los varones para criarlos, son muy sucios. Este Gabriel no parece sucio. Me dijo que está en una etapa de la vida en donde no hay lugar para la frivolidad, que necesita que todo sea auténtico, verdadero y duradero. Me contó de sus malas experiencias en páginas de citas. Me contó que estuvo casado, que viajó a Europa, que ganó un premio por cruzar un río a nado y me contó tantas cosas que a mí se me escapó la única anécdota interesante que tengo: una vez estuve con dos hombres al mismo tiempo, en la cama, claro. Y bueno, yo sé que estuve mal en contárselo pero no quería ser menos. Las personas hacemos muchas cosas por no ser menos que el otro.
Eso a Gabriel lo puso un poco cachondo y me contó una suya: una vez se la hizo chupar por una travesti debajo de la mesa de un bar, cuando era pendejo. Yo no sé para qué ando diciendo que no me gusta el sexo si en realidad puedo ser re puta si quiero, la más puta e insaciable de todas. Es una pena que de verdad hace un año que no cojo y ahí vienen, preparadas para atormentarme las ilusiones: esta es la situación: hace tres meses que chateo con Gabriel, venimos posponiendo nuestro encuentro para conocernos directamente en el casamiento de Laura y Ramiro, perdón, Cándida y Ramiro. Queremos conocernos así, re producidos y bellos, aaa… cómo extraño al amor en sí mismo, amar y ser amada. Ya me enamoré, cada vez que llego de trabajar no importa si me estoy meando: abro al facebook para ver si está conectado. Dicho sea de paso, me pagan muy poco en mi trabajo. Soy enfermera, no soy cualquier cosa, yo estudié y me re costó llegar a ser lo que soy y no me hace ninguna gracia no poder planificar nada porque no tengo un mango, no es justo. Me la banco porque desde la semana pasada acordamos que, además de la miseria que me pagan, me den el almuerzo y un tapper con la cena. Además, yo sé que la doña se moriría sin mis atenciones, sin embargo, ahora que lo pienso, no le hago ningún favor.


Que me disculpen las playas podridas del río de la plata:
debo retirarles mi estima por algún tiempo.
Pasa que a mí nunca me gustó el tango.
Sí debo reconocer
que las construcciones antiguas embellecen
esta pobre ciudad sin cerros.
Pero seamos honestos:
ninguna casa, o edificio, son más lindos que una montaña,
lago o bosque.
Es hora de decirlo: Buenos Aires está sobrevalorada.
Tal vez lo más bonito sea su gente, pero está de mal humor.
Ciudad criadero de neuróticos y psicólogos
Ciudad criadero de mujeriegos y mujeres en desuso
Ciudad criadero de inmigrantes decepcionados
Ciudad criadero de taxistas que prostituyen su oreja
a cambio de tarifas exorbitantes.
Ya no se cómo quererla...
Ponéle que me gusta el fútbol
soy de Atlanta y se me fue a la B metro,
insulsa categoría sin público visitante.
¿Cómo te quiero ahora, Buenos Aires?
si lo que más quiero de vos perdió la categoría
y yo también descendí en el encanto,
si bien todo lo bueno y lo malo me pasó en tus pamas urbanas.
Tengo una propuesta:
Dejemos a Buenos aires sola. Que se reponga,
se recicle, se cure de todos nosotros
que no la cogimos, la violamos durante tanto tiempo.
Que recupere su natural juventud ahogada bajo cemento, 
asfalto y algunos árboles traidos de Europa y,
dicho sea de paso, que vuelvan los pájaros de colores de antaño,
que las cotorras echen a los gorriones a picotazos en el culito.
Que el Río de la Plata expulse un garco y destruya
a una ciudad deshabitada.
Y si esto no resulta,
vayámonos la mitad
okupemos cualquier pedazo de país
y que se joda Buenos aires y la mitad restante;
exiliémonos para vivir en anarquía.
Caguémonos de frío, de calor, o sed,
pero sin consumirnos en el consumismo.
Ah, ¿eso tampoco?
Y bueno, qué se yo.
No me gusta malos aires.
No la odio porque nunca la amé tanto.
Entonces me voy yo.