martes, 23 de junio de 2009

Nueva nouvelle!!


Si si, próximamente "Relojes, perros, gases, gatos y un gallo", a través de "no hay verguenza ediciones" www.nohayverguenzaediciones.blogspot.com. Creía que era un cuento pero me di cuenta que es una nouvelle. La escribí hace mucho tiempo, creo que en el 2002, la volví a reconsiderar este año al releerla y retocarla. Este nuevo libro se estará distribuyendo a través de www.cincopantalones.wordpress.com, Centro Cultural Pacha Mama, Argañaraz 22, Villa Crespo, 4864-2886 (Luli o Simón). Y también, sobre todo, será distribuido por mí misma en los bondis, así que si te cruzás conmigo en un viaje, supongo que este librito será una divertida compañía. Sin más, les dejo los primeros 2 capítulos y la tapa


RELOJES, PERROS, GASES, GATOS Y UN GALLO

I
Cuando la vio por primera vez, sintió dolor. No ese dolor que causa la belleza física (la sensación de lo inalcanzable), fue por la manera en la que ella recepcionó a su mirada: sonrió sin ironía, sin insinuarse, sin arrogancia pero sin perder la dignidad - Hola - dijo ella - Te miro todos los días, a esta misma hora - contestó él - Lo sé.
- ¿Cómo podés saberlo?, si te miro desde aquella ventana.
- El viernes pasado compraste un paquete de chicles en ese kiosco. Tenés una cara especial, ¡no, en serio, no te rías!, quiero decir que tu cara se fija en la memoria.
- ¡Que manera tan sutil de decir que soy feo! – ella se quedó callada y seria, como si se hubiera ofendido - ese fue un comentario superficial – agregó ella tras la pausa y ahí Ricardo comprendió todo, pero absolutamente TODO, como en el final de una búsqueda espiritual
- Entonces sos vos, ¿me entendés? - dijo él, decidido a jugarse la carta más importante de su vida - No te creo, podés ser un estratega muy inteligente. No obstante, entiendo el concepto. - la respuesta de ella lo convenció aún más del hallazgo - ¡Sí, sí, sos vos!- y debido a la emoción, le dolió la panza ((Estoy a punto de tirarme el pedo más gracioso y ruidoso de mi vida, ¿qué hago? ¿cómo repercutiría?)) y en una décima de segundo, imaginó cómo puede influir un pedo en el karma: si aguantaba, cosa correcta, podría afectar ciertas manifestaciones (no siempre intestinales) en un futuro (porque se quedaría con ella inexorablemente). Y si en ese momento su cuerpo se expresaba libremente, ella podría llegar a creer que era un acto de cobardía, no tanto de involuntario mal gusto... a ver, esto es complicado: no era un gas de porotos, realmente era miedo... terror. Ella era tan perfecta que sólo podría brindarle el infinito dolor del placer, y era menester defenderse, cagarla groseramente o, soportar la realidad, ella era ELLA, y no habría otra oportunidad.
Su mente, que ya había comprendido que el gas estaba perdido, intentó algo más: imaginarla gorda, fea, vieja, pero no tuvieron poder aquellas imágenes auto-impuestas, porque no era hermosa, no había de qué preocuparse.
Ella se fue mientras él luchaba contra todos los demonios de la inseguridad y de la seguridad.

II
Hola, mi nombre es Alelí. Tengo veinte años y aún vivo con mi mamá y una prima que se instaló en casa durante una crisis emocional a los catorce años y jamás se fue (ya tiene veintiséis). No trabajo, ni estudio. Sólo me ocupo de los perros y gatos de las calles de mi barrio. Cumplo con ellos una jornada laboral: arranco todos los días (sin excepción) a las ocho de la mañana con alimentos, agua y leche para todos. Mi madre inventa brebajes naturales (de eso vive) y uno de ellos actúa como mata pulgas no tóxico, así que también me proveo diariamente de una buena cantidad.
Una vez por quincena, llevo a los perros más mansos hasta el patio de mi casa y los baño.
Mi vida es perfecta... todo encaja matemáticamente. Por eso le dije “hola” a Ricardo, porque era ése el instante; y si no lo hacía, algo terrible hubiera sucedido: la cobardía se paga con creces, es aún más cara que la maldad.
Hasta mañana, Ricardo. No olvides despertar con una sonrisa (aunque sea forzada) y bajar de la cama con el pie derecho.
¡OJO!, cuidémonos. El equilibrio aún es delicado, aunque se solidificará como la gelatina. Hay que esperar, no sé si mucho o poco.

Dafne Mociulsky

jueves, 11 de junio de 2009

Esto lo escibí hoy, es un fragmento de mi nueva novela

Cargaron los vasos con más vino. Micaela tenía preparadas palabras de consuelo en la punta de la lengua, pero un pensamiento profundo la hacía callar, se le ocurrió que en la mayoría de las conversaciones las personas tratan de ser complacientes, por ejemplo, si una mujer se queja de haber llegado a la vejez sola después de haber tenido una pésima suerte en el amor, se le dice que no está vieja y que ya va a encontrar a alguien. Si alguien manifiesta estar deprimido, por la razón que fuere, se le dice que tiene que darle para adelante, que no se tiene que dejar caer, se le dice esto aunque tal vez el interlocutor no soportaría estar en el lugar del otro. Si alguien está con bronca y fantasías violentas, se le dice que no es para tanto, que se calme, que ya se le va a pasar y hasta algunos le pueden llegar a decir que confié en la justicia divina o en el karma. Pero tal vez, después de dar esos consejos, el interlocutor se queda pensando en el problema ajeno y dice para sus adentros que si tuviera ese problema como propio se pegaría un tiro en las bolas. De hecho, casi no se puede hablar de problemas sin que se interrumpa al triste con peroratas optimistas. Sin embargo, quizás lo contrario es peor, porque al triste hay que cortarle la tristeza, obligarlo a que se mire la mano llena y desvíe la atención de la mano vacía, ¿cuál sería el método copado, entonces? La complacencia cría monstruos dependientes y el exceso de consuelo no deja crecer ni solucionar nada, ¿cuál sería el término medio? No siempre el psicoanálisis y la psicoterapia pueden contra la tristeza, que cuando se hace muy grande se combate con medicamentos que traen otros problemas, como por ejemplo el valcote 500, medicamento que se usa para tratar la psicosis y los trastornos de bipolaridad, esta medicación hace que el paciente engorde, elevando el nivel de azúcar en la sangre por lo cual el paciente, tal vez ya menos triste, termina gordo y diabético, ¿qué dicen los médicos?, que debe tratar la psicopatología y la diabetes por separado.
Si todos supiéramos qué hacer, inventaríamos una red de ayuda al depresivo, alentándolo, no dejándolo caer, obligándolo a entrar en la red, eso significaría que cuando él esté bien tendrá que atender a otros depresivos. Pero para eso habría que reformar el arte de la conversación, detenerse un segundo a pensar si eso que se está por decir le ayuda realmente al otro, y no decir cosas complacientes, exagerar las virtudes del otro y hasta exponer desgracias propias para que el otro se avergüence de las suyas. Habría que aceptar que cada cual sabe donde le aprieta el zapato y que nadie, pero nadie está exento de la tristeza. Los pobres deberían dejar de creer que el que tiene plata es más feliz y los que tienen plata deberían repartir su plata para estar menos tristes. La solidaridad es una cura posible para la depresión, habría que usar la empatía para curarse, porque en realidad la depresión es, también, una falla en el ego. Hay que ser egocéntrico para sentirse tan triste, mirarse demasiado el ombligo, por eso se dice que las psicopatologías son enfermedades modernas que les corresponden a quienes tienen plata para tratarlas, se dice que los pobres, los que viven en la calle o los trabajadores que viven con lo justo, no se dan el lujo de caer en la depresión o el panick attack, que está muy de moda. Pero eso no es cierto, la esquizofrenia, el insomnio, la neurosis y tantas otras, no discriminan por clases sociales. La diferencia es cómo se las tratan, pero las personas padecen por igual. Si un pobre, de repente, soluciona su problema económico y por algún buen designio consigue casa y trabajo, pudiendo así llenar de dignidad a su familia, tal vez se cure automáticamente de su tristeza (tal vez). Pero aquel que lo tiene todo, una casa, un auto, un trabajo bien remunerado, una familia saludable y un perro de raza, si ese ser cae en la tristeza, ¿qué hace?, ¿qué le falta?, ¿cómo se cura?, ¿qué le falta a ese que tiene todo para ser feliz?, ese está jodido por egocéntrico. Es una falla muy común en todo mortal sentir tristeza por oposición a la felicidad, olvidándose de que son momentos, tanto uno como otro. No queda otra que evolucionar espiritualmente, controlar los pensamientos, tratar de estar sanos, no discutir por boludeces, recibir y dar abrazos a tiempo, ser solidarios, ser solidarios, ser solidarios, ser solidarios, ser solidarios y cada vez más solidarios, hasta sentir de verdad que yo soy otro vos, sin lugar a dudas.

Dafne Mociulsky