jueves, 11 de junio de 2009

Esto lo escibí hoy, es un fragmento de mi nueva novela

Cargaron los vasos con más vino. Micaela tenía preparadas palabras de consuelo en la punta de la lengua, pero un pensamiento profundo la hacía callar, se le ocurrió que en la mayoría de las conversaciones las personas tratan de ser complacientes, por ejemplo, si una mujer se queja de haber llegado a la vejez sola después de haber tenido una pésima suerte en el amor, se le dice que no está vieja y que ya va a encontrar a alguien. Si alguien manifiesta estar deprimido, por la razón que fuere, se le dice que tiene que darle para adelante, que no se tiene que dejar caer, se le dice esto aunque tal vez el interlocutor no soportaría estar en el lugar del otro. Si alguien está con bronca y fantasías violentas, se le dice que no es para tanto, que se calme, que ya se le va a pasar y hasta algunos le pueden llegar a decir que confié en la justicia divina o en el karma. Pero tal vez, después de dar esos consejos, el interlocutor se queda pensando en el problema ajeno y dice para sus adentros que si tuviera ese problema como propio se pegaría un tiro en las bolas. De hecho, casi no se puede hablar de problemas sin que se interrumpa al triste con peroratas optimistas. Sin embargo, quizás lo contrario es peor, porque al triste hay que cortarle la tristeza, obligarlo a que se mire la mano llena y desvíe la atención de la mano vacía, ¿cuál sería el método copado, entonces? La complacencia cría monstruos dependientes y el exceso de consuelo no deja crecer ni solucionar nada, ¿cuál sería el término medio? No siempre el psicoanálisis y la psicoterapia pueden contra la tristeza, que cuando se hace muy grande se combate con medicamentos que traen otros problemas, como por ejemplo el valcote 500, medicamento que se usa para tratar la psicosis y los trastornos de bipolaridad, esta medicación hace que el paciente engorde, elevando el nivel de azúcar en la sangre por lo cual el paciente, tal vez ya menos triste, termina gordo y diabético, ¿qué dicen los médicos?, que debe tratar la psicopatología y la diabetes por separado.
Si todos supiéramos qué hacer, inventaríamos una red de ayuda al depresivo, alentándolo, no dejándolo caer, obligándolo a entrar en la red, eso significaría que cuando él esté bien tendrá que atender a otros depresivos. Pero para eso habría que reformar el arte de la conversación, detenerse un segundo a pensar si eso que se está por decir le ayuda realmente al otro, y no decir cosas complacientes, exagerar las virtudes del otro y hasta exponer desgracias propias para que el otro se avergüence de las suyas. Habría que aceptar que cada cual sabe donde le aprieta el zapato y que nadie, pero nadie está exento de la tristeza. Los pobres deberían dejar de creer que el que tiene plata es más feliz y los que tienen plata deberían repartir su plata para estar menos tristes. La solidaridad es una cura posible para la depresión, habría que usar la empatía para curarse, porque en realidad la depresión es, también, una falla en el ego. Hay que ser egocéntrico para sentirse tan triste, mirarse demasiado el ombligo, por eso se dice que las psicopatologías son enfermedades modernas que les corresponden a quienes tienen plata para tratarlas, se dice que los pobres, los que viven en la calle o los trabajadores que viven con lo justo, no se dan el lujo de caer en la depresión o el panick attack, que está muy de moda. Pero eso no es cierto, la esquizofrenia, el insomnio, la neurosis y tantas otras, no discriminan por clases sociales. La diferencia es cómo se las tratan, pero las personas padecen por igual. Si un pobre, de repente, soluciona su problema económico y por algún buen designio consigue casa y trabajo, pudiendo así llenar de dignidad a su familia, tal vez se cure automáticamente de su tristeza (tal vez). Pero aquel que lo tiene todo, una casa, un auto, un trabajo bien remunerado, una familia saludable y un perro de raza, si ese ser cae en la tristeza, ¿qué hace?, ¿qué le falta?, ¿cómo se cura?, ¿qué le falta a ese que tiene todo para ser feliz?, ese está jodido por egocéntrico. Es una falla muy común en todo mortal sentir tristeza por oposición a la felicidad, olvidándose de que son momentos, tanto uno como otro. No queda otra que evolucionar espiritualmente, controlar los pensamientos, tratar de estar sanos, no discutir por boludeces, recibir y dar abrazos a tiempo, ser solidarios, ser solidarios, ser solidarios, ser solidarios, ser solidarios y cada vez más solidarios, hasta sentir de verdad que yo soy otro vos, sin lugar a dudas.

Dafne Mociulsky

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca pensaste en un ser que recicla emociones? aspira las sensaciones de los demas y las recicla por su complicado organismo dejando a su paso construcciones admirables, lo mas mejor de todo esto es que no se da cuenta es que destruye lo que aspira!!

A.Aguirre dijo...

muy buenos tus textos, te invito los mios, saludos

NaNa dijo...

Anoche tuve la suerte de cruzarme contigo y que mi viaje se amenizara en compañía de "¡Basta de decir Basta!" y "Machista en soliloquio". Simplemente quería agradecerte x contribuir a un arte al alcance de todos.
Salud!!