lunes, 17 de septiembre de 2012


Que me disculpen las playas podridas del río de la plata:
debo retirarles mi estima por algún tiempo.
Pasa que a mí nunca me gustó el tango.
Sí debo reconocer
que las construcciones antiguas embellecen
esta pobre ciudad sin cerros.
Pero seamos honestos:
ninguna casa, o edificio, son más lindos que una montaña,
lago o bosque.
Es hora de decirlo: Buenos Aires está sobrevalorada.
Tal vez lo más bonito sea su gente, pero está de mal humor.
Ciudad criadero de neuróticos y psicólogos
Ciudad criadero de mujeriegos y mujeres en desuso
Ciudad criadero de inmigrantes decepcionados
Ciudad criadero de taxistas que prostituyen su oreja
a cambio de tarifas exorbitantes.
Ya no se cómo quererla...
Ponéle que me gusta el fútbol
soy de Atlanta y se me fue a la B metro,
insulsa categoría sin público visitante.
¿Cómo te quiero ahora, Buenos Aires?
si lo que más quiero de vos perdió la categoría
y yo también descendí en el encanto,
si bien todo lo bueno y lo malo me pasó en tus pamas urbanas.
Tengo una propuesta:
Dejemos a Buenos aires sola. Que se reponga,
se recicle, se cure de todos nosotros
que no la cogimos, la violamos durante tanto tiempo.
Que recupere su natural juventud ahogada bajo cemento, 
asfalto y algunos árboles traidos de Europa y,
dicho sea de paso, que vuelvan los pájaros de colores de antaño,
que las cotorras echen a los gorriones a picotazos en el culito.
Que el Río de la Plata expulse un garco y destruya
a una ciudad deshabitada.
Y si esto no resulta,
vayámonos la mitad
okupemos cualquier pedazo de país
y que se joda Buenos aires y la mitad restante;
exiliémonos para vivir en anarquía.
Caguémonos de frío, de calor, o sed,
pero sin consumirnos en el consumismo.
Ah, ¿eso tampoco?
Y bueno, qué se yo.
No me gusta malos aires.
No la odio porque nunca la amé tanto.
Entonces me voy yo.

No hay comentarios: