sábado, 2 de agosto de 2008

¿Interferencias o Dictadura musical?

Estoy entre esos dos títulos para la novela que estoy escribiendo. Quiero expresar algo que me estuvo pasando últimamente, algo que me hizo dejar de obsequiar poemas por ahí. En la estación Palomar (mi barrio) solía pegar poemas en el cartel que indica el nombre de la estación... hasta que un guarda idiota e inescrupuloso me dijo que no podía hacerlo y, con total sangre fría, los despegó, me los "incautó". Lo mismo casi me hizo un guarda en la estación Martín Coronado, incluso en los trenes me pasó que tanto guardas como policías me vengan a romper los ovarios por esto. Yo les retrucaba que son regalos para la gente y qui nisiquiera ensucio las paredes, ya que se trataba de pequeños poemas pegados con cinta scotch.
Pero ayer me pasó algo diferente y muy molesto. Resulta que ya no regalo poemas pero de vez en cuando escribo alguna metáfora con fibrón, ayer escribí en una ventana "¿Quién sos cuando soñás que dormís?" (esto viene a colación del fragmento de novela que puse abajo). Entonces una chica que estaba parada me dijo "¡Tanto te molesta verlo limpio al tren!, ¿no entendés que el tren es de todos?" y yo le contesté que estaba expresando mi arte y ella me dijo que eso no era arte, no le dije más nada porque hay gente que no sabe escuchar otro punto de vista que el propio. Ahora yo digo, si el tren es de todos, si yo también siento esa pertenencia, con más razón le regalo poemas y metáforas. Una frase que suelo escribir mucho por ahí es "Esto es tuyo, pero no es tu "yo".
No me interesa si tengo razón o no, pero a mí sí me gusta que haya expresiones en el tren, la limpieza de una pared es silencio.


Ahora sí, un fragmentito de "Interferencias" o "Dictadura musical"

Alber soñó que soñaba. Si él podía verse a sí mismo durmiendo, ¿en dónde estaba, entonces?. No podía tocarse a sí mismo, porque no había manos, cuerpo, materia. El era, en parte, eso que estaba ahí, durmiendo con la mujer (que no era su mujer, sino su amante nueva, la cordobesa), pero también era eso que lo miraba. No pasaba nada en ese sueño, nada más que eso, la desesperación de no poder ser uno entero. Se despertó muy contento de haber dejado de soñar - ¿Qué pasa Alber? – le preguntó la cordobesa, con tonadita (esa tonada lo ponía muy cachondo) – Uf, soñé algo – yo también – interrumpió ella, deprimiéndose repentinamente – Hoy te vas, ¿no?
-Sí.
-Voy a hacer mate.
-Bueno – Se dejó caer en la cama, pensando. Ya tenía el boceto de su próxima película: un hombre que no podía ser entero, bien, ese era el disparador, ¿pero cuál sería el conflicto?... hum… además, lo que se separaba del cuerpo, ¿qué era exactamente?, ¿la mente o el alma?... hum… el conflicto podía consistir en la búsqueda de lo que lo pudiera volver a unificar, ¿qué podría ser eso?, ¿el amor?. Hubo vértigo en el sueño, una línea de composición a tener en cuenta en la película. Hubo un instante de terror, fue cuando miró la ventana y sintió, o percibió, o se dio perfecta cuenta, que si se lanzaba por allí podría volar. Supo que era capaz de volar, no se decidió a hacerlo por miedo al viento, por no saber qué tanta consistencia tenía él en ese estado, ¿y si el viento lo perdía de sí mismo?, porque en el plano real no sabía muy bien a dónde era la casa de la cordobesa, ella lo había llevado en remis, así que estaba en un barrio desconocido, en una casa que quedaba en una calle que él no le conocía el nombre, con un número que le era anónimo. Por eso no quiso volar, a ver si se perdía y después no sabía cómo volver, ni siquiera había pispeado qué colectivos pasaban por esa zona, nada. Cuando llegó a esa casa con ella estaban a los besos en el asiento trasero del remis. Hacía rato que le tenía ganas a la mujer del boletero de Villa María. No era tan linda, pero era joven, tenía veintiocho años y estaba casada con un hombre de sesenta, que le había hecho dos hijos en dos años. El, a través de su experiencia, supo que ella era la clase de chica que le gustan los hombres grandes y feos, una de esas chicas que gozan del triunfo de la belleza y la juventud sobre la fealdad (citando a Truman Capote, concientemente).
Los dos sabían que nunca más volverían a pasar una noche juntos. Se despidieron intrascendentemente.



Dafne Mociulsky

3 comentarios:

JUAN P SOUTO dijo...

a mi me gusta interferencias.
nos vemos en estos días ! te llamo y combinamos para ver que se puede armar.

Cabro dijo...

El otro dia viaje a buenos aires y en una de las paradas del subte, creo q la linea D vi escrita esa frase en una pared, la d quien sos cuando soñas q dormis, esta muy buena! Fuist vos?

Eduardo Betas dijo...

Hola

Encontré tu frase "¿Quien sos cuando soñás que dormís?" en un asiento del 98/116 que va de Once a Wilde. Y me impactó mucho. De hecho se lo comenté a mi hijo un día que vino a visitarme y me dijo que, ¿de casualidad?, había viajado en ese mismo bondi.

És más, los otros días le saqué una foto con el celu. Si logro bajarla, te la envío.

Si tenes ganas de leer algo mio te sugiero las siguientes direcciones:

http://www.cronicasdeljunta.com.ar

http://www.palabrar.com.ar

Saludos