martes, 6 de noviembre de 2007

Las fotos de Nacho son poesía, link recomendado: www.fotolog.com/eleste. Y, para variar, otro cuento mío, bastante viejo ya.

Ahora y después
(esto lo soñé)


Estoy embarazada. Me lo acaba de confirmar esa típica voz a base de cables y plástico (pero tan terroríficamente femenina) que surge desde el liliputiense parlante que tiene el test de embarazo en el extremo inferior de la barra: "El test ha dado positivo. Usted tiene un embarazo de veinte días, aproximadamente. Consulte a su médico". ¿A quién se lo diré primero? ¿A Pato o a Antonio? ¿De quién será?.
Llamé a Pato, ya que la última noche apasionada de mi vida la pasé junto a ella. Mientras discaba los números con dedos trémulos e indecisos, me percaté de que el perfume de Pato se había impregnado en el aire de mi habitación, sí, se había posado y luego posesionado sobre y de todos los objetos; eso no era bueno, para Antonio, pero era tan agradable... esa esencia de almendras y mujer. Antonio huele a otra cosa, un injerto de frutas, desodorante y jabón en polvo, aunque leve y suave, como el aroma que se guarda en un cofre debajo de la cama y se evapora poco a poco cuando uno duerme, y se mezcla con el argumento de los sueños.
Pato vino apurada y sonriente. Pronto estrenará una obra junto a su grupo de teatro, tal vez salgan de gira por el interior del país, pero más adelante.
"Estoy embarazada", le dije con una tristeza autómata, que me recordó a la voz inhumana del test. "Vamos a tenerlo", opinó Pato, aunque más que una opinión fue un enunciado irrefutable; me angustié un poco y miré mi sombra que se desparramaba a lo largo de la vereda; ella me tomó por el mentón y me mostró una sonrisa impositiva, ante la cual nada podía decir yo, más que un tímido "vamos a ser mamás" con signos de exclamación a medias.
Antonio me invitó a comer unos helados. La brisa que venía del mar resultaba inofensiva aún, faltaba poco para que comenzase a refrescar. La fuente del verano ya estaba semivacía y enviaba hacia ésta zona del planeta los últimos vestigios de calor. De todos modos, Antonio y yo consumíamos helado durante todo el año, otra de las tantas cosas que tenemos en común. También nos gusta nadar mar adentro. Ahora tendría que empezar a cuidarme más, ya no podría nadar de ese modo, ni jugar al fútbol (mi equipo se quedaría sin arquera, inevitablemente).
Para Antonio modifiqué las palabras que armaban la noticia, fui más sutil. Me sorprendió su reacción, se encogió de hombros, chasqueó como resultado de un gesto raro y luego dijo: "Y... dale, vamos a tenerlo, después podemos dárselo (o dársela) a mi vieja para que lo críe, porque ella está muy sola. Tu vieja también podría criarlo, no tiene nada que hacer... podrían criarlo las dos, ¿no?" y yo no dije nada, tenía la boca llena de helado. El hablaba con la boca llena, me daba gracia y vergüenza ajena y él lo sabía, por eso se apresuraba en masticar y continuar con el desarrollo de lo que me estaba diciendo. Después se fue a estudiar y me quedé sola. No me gusta estar sola, y menos si estoy mirando al mar en el atardecer. Pato cuida más esos detalles, porque los recuerda mejor que Antonio, pero ella jamás me invita a comer helados, y eso que ella sabe que me encantan, pero Pato vive a dieta y, aunque siempre está gorda, sigue intentando bajar de peso (es que en realidad quiere ponerse mis pantalones pero no le suben ni a la rodilla).
Dicen que hablo pavadas todo el tiempo. Me lo dice todo el mundo. También me dicen que soy ingenua, pero, ¿por qué?. Siempre digo cosas que tienen algo que ver con el momento o con el tema que se esté tratando, y bueno, tengo que admitir que a veces alargo un poco mis palabras y comienzo a adjetivar y ornamentar mis interminables relatos, que a veces surgen de observaciones efímeras o recuerdos fugaces, entonces me pasa lo peor: hablo tanto que me pierdo entre mis propias palabras y ya no sé lo que digo, mas tengo que continuar porque mis interlocutores esperan con ansiedad el climax y luego el desenlace del relato, y ahí, en ese terreno fangoso, la embarro más y más, porque pretendo ser imponente y digo cualquier disparate con tono severo y mirada firme, pero el tono sobreactuado y la mirada firme en un punto mal escogido. Entonces, ¿qué hago conmigo?.
La primera persona ajena al triángulo que elegí para transmitirle la buena nueva, fue mi abuela, que vive conmigo. En realidad no es mi abuela, no es la mamá de mi mamá ni la de mi papá; en realidad no sé quién es ni de dónde salió, sólo sé que se llama Eloísa, y que es mi abuela. Ella me observó por debajo de sus lentes partidos y antiguos, su mirada fue sombría, creo que me sonrojé por un instante, ya que enseguida sonrió y dijo: "Tenélo, de todos modos lo voy a criar yo". Entonces comenzó a tejer escarpines blancos - Mostráme tu mano - me dijo y obedecí, le mostré la palma "es un varón", afirmó y extrajo de su morral un ovillo de lana celeste. Sentí náuseas y corrí hacia el baño para vomitar. Tenía que descansar, puesto que con alguna de mis parejas saldría aquella noche.
Me decidí por Pato. Ella habla mucho y siempre dice cosas interesantes, pero a veces me aburro porque no la entiendo y ella no me explica nada y cuando le pregunto algo como "¿Qué significa onírico?", me mira con el rabillo del ojo, me evita durante algunos minutos en los que permanece callada y reanuda su monólogo. Cuando es así, prefiero estar con Antonio, porque él me escucha y me mira a los ojos, claro que después de escucharme siempre me devuelve una implacable "crítica constructiva" acerca de la vacuidad de mis relatos, que no es otra cosa que un insulto encubierto y sofisticado, mas es preferible eso a lo que se lee en la mirada de reojo de Pato: un simbolismo claro y contundente de la decepción y la desazón que le causo. Pero Pato es buena y sé que será una excelente madre. Antonio también será un buen padre y mi abuela, mi sacrosanta abuela, ¡qué puedo decir!.
Pato y Antonio no se conocen, bah, sí se conocen, pero de vista. Son muy celosos, por eso blanquear la situación me resulta inabordable. No obstante, debo decidirme y no sé cómo hacer, ¡ay, si fueran menos celosos!. Decirles que estuve jugando a dos puntas es complicado y trágico, pero no es nada a comparación del hijo que puede ser de cualquiera de los dos. ¿Qué hago?.
Elaboro mentalmente el momento... y lo único que se me ocurre es decirles: "Y bueno, jódanse por ser tan posesivos. Yo no soy un mueble, un plato, quiero decir que no soy una propiedad, un objeto inanimado del que pueden apropiarse", aunque sé que jamás me animaría a decir lo que pienso, porque me retarían muchísimo y quién sabe cuándo se les pasaría el enojo. Pero, ¿por qué tienen que ser así?, ¿no podemos ser todos amigos y compartir nuestras integridades?. Sinceramente, no logro imaginar un desenlace positivo.
Estoy de cuatro meses. Ya tengo un poquito de panza. Todo el mundo me mima, me regalan cosas, me compran golosinas, me ofrecen el asiento... pero el precio es muy caro: parece que me quitarán a mi bebé ni bien lo de a luz, pues todos tienen muchísimos planes, ¿me dejarán amamantarlo?, mi abuela ya se pronunció en contra de semejante barbaridad "¿Para qué te vas a arruinar los senos, m`hija, ahora que existe la leche de fórmula?". No creo que pueda y tampoco podré tenerlo a upa, porque tendré un promedio de cuatro visitas por día (sin contar a sus progenitores, situación no resuelta), mi mamá, mi papá, mi hermano y mi tía Ofelia, todos fervorosos brazos dispuestos a librarme de la labor de estar cargándolo todo el tiempo. ¿Seré útil para algo?.
Después de todo, es mejor así, hay quienes crían a sus hijos en la más cruenta soledad y autonomía, no creo que sea mejor, digo, ¿cómo hacen para bañarse o cocinar si están solas con un bebé criado solamente a pecho?, es un horror, yo no me animaría a pasar por eso, el bebé sería un trastorno para mí... aunque, no lo sé... me molesta un poco todo este ofrecimiento de ayuda... me marea, me confunde.
El equipo me va a extrañar, no lo demostró, ninguno de los muchachos dijo nada, ni un miserable gesto emotivo, pero yo los conozco y sé que me extrañarán, porque yo era la única mujer del equipo. Si bien era arquera suplente y jugué sólo dos partidos en tres años (me utilizaban siempre para las prácticas) y tampoco éramos precisamente amigos (es más, nunca tuve sus números telefónicos, ni sus direcciones de correo electrónico), estoy más que segura de que me extrañarán, porque sé que se han acostumbrado a mi presencia. Yo era para ellos como los adornos de la cocina, como los estampados de los azulejos, como los colores de la cortina de la pieza de uno, esas costumbres visuales en donde, en cierta forma, se descansa, ya que esos objetos, o colores, o imágenes, o presencias comunes, generan esa seguridad en la que uno se relaja y así se forjan las decisiones victoriosas. Ya sé que hablo pavadas, lo que acabo de expresar es obsoleto, no sé lo que dije, toda esta verborragia es fruto de la tensión. Ah, cierto... el equipo, ¿añorará mi sentido del humor que nunca les causó gracia?, ¿se cotizarán mis chistes desde ahora?. Tenía el presentimiento, durante el último año, de que cosecharía el resultado de la siembra de mi tenacidad: tres años asistiendo sin falta. Siempre sentí que estaba cerca, que un mes más, dos meses más, que para tal fecha, que para las fiestas... creo que siempre estuve cerca de la integración total, es más, antes de retirarme, durante las últimas dos semanas me sentí más cerca que nunca, era una sensación bastante honda, como si pudiera olerse la posibilidad. Me emocionaba cada vez que me dirigían la mirada, y cuando alguno me decía algo, era una conmoción, una fiesta emocional que disfrutaba en silencio. Pero me fui y me quedé con curiosidad.
Con Antonio el tema del orgasmo es tabú, nunca se habla de eso. En cambio con Pato es común
- ¿Llegaste? - me pregunta después de cada coito y yo siempre le respondo - Creo que sí.
- ¿Cómo "creo"?, deberías darte cuenta - y vuelve a explicarme pacientemente qué es exactamente un orgasmo, aunque utiliza palabras demasiado complicadas para brindar una explicación, o términos que no entiendo, entonces la interrumpo con preguntas como: ¿Dónde tenemos el punto G? ¿Qué significa felatio? ¿Qué quisiste decir con eso de "intentar acabar juntas"? y ella se detiene en cada punto y me obsequia unos análisis brillantes acerca de cada ítem, pero son tantas respuestas que no puedo retenerlas, son como mariposas inquietas y de diferentes colores que no están dispuestas a asentarse en un mismo compartimento, al menos, así funciona mi cabeza.
Cuando era chica, teníamos un juego con mi hermano que consistía en chocar codo con codo, cosa dificilísima y resbaladiza; cuando lo conseguíamos, mi hermano decía -¿Viste qué satisfactorio que es?, es como cuando tenés muchísimas ganas de mear desde hace dos horas en un viaje en colectivo y finalmente podés mear - no sé por qué siempre aparece este recuerdo cuando Pato me quiere explicar qué es un orgasmo. Quizás será porque el orgasmo debe parecerse a eso, una mezcla de chocar codo contra codo y mear después de una larga espera, ¿no?. Lo más parecido a eso me pasa más a menudo con Antonio, que nunca está tan pendiente de mi placer y se comporta naturalmente. Esa indiferencia me excita más que el habitual y minucioso recorrido que efectúa Pato sobre mi cuerpo, que me hace pensar en la labor de un pintor de paredes con su rodillo, preocupado por cubrir cada átomo de la superficie con la inmaculada pintura nueva. Sí, hablo pavadas.
Anoche dormí con Antonio y, por ende, no dormí nada. La pasé muy bien. Ahora que tengo panza me mantengo sobre él durante las relaciones sexuales y descubrí que de esa manera obtengo sensaciones raras y prolongadas (deben ser esos orgasmos múltiples de los que tanto habla Pato). Antes no permanecía en esa posición tanto tiempo, ya que enseguida comenzaban a dolerme las piernas. Ahora me habitué al dolor y aprendí a ignorarlo, ya no puedo tenerlo encima de mí (a veces extraño la piel de su espalda, que tanto acariciaba mientras gemía). No le dije nada de Pato.
Esta mañana, mi abuela nos miró de manera misteriosa mientras nos cebaba el mate - ¿Qué pasa, Doña Eloísa? - le preguntó Antonio, pero ella se encogió de hombros, sorbió su último mate con yuyos y permaneció taciturna en su mecedora, con los párpados entrecerrados y una expresión muda y sorda. De repente caí en la cuenta que mi abuela ya sabe que dentro de un par de horas debo encontrarme con Pato. Ella está ansiosa y espera que me deshaga de "ambos dos", me aconsejó mucho sobre esto, pero yo no le dije nada, ni sí, ni no, ni blanco, ni negro.
- No debería hacer tanto calor - me dice Pato - Ya es primavera.- le contesto sin agregar nada más. Pato está radiante hoy, ¡qué hermosa sonrisa!. Decidimos pasear por la playa - Vamos a ser por un rato turistas dentro de nuestra propia ciudad, para no perder el asombro - me propone, y me parece una buena idea. Nos cruzamos con un artesano, lo conocemos de toda la vida, pero lo tratamos como a un perfecto extraño y observamos toda la mercadería que compone al stock de su paño: pulseras, aritos, anillos, bikinis de hilo, y etcétera. Nos compramos dos anillos de coco exactamente iguales y nos besamos. El viento me molesta bastante, me despeina y me eriza la piel, entonces me aprieto contra el perfil del cuerpo de Pato, que está acalorada y agitada por la caminata sobre la arena seca. Nos detenemos frente al edificio del Hotel Isla. Es verdad, hay que mirarlo una vez más por primera vez. Tienen razón los turistas: parece que flota sobre el mar, es que está situado sobre una curva extraña y a lo lejos (con sólo dos o tres cuadra basta) surge ese efecto, es como si estuviera apoyado sobre nada, una isla erguida de cemento y confort, una belleza moderna. Pato me quiere llevar a su nueva casa, bah, un pequeño departamento al que se mudó recientemente. Yo acepto. Mientras vamos llegando me cuenta cosas floridas, alegres, exaltadas y usa términos más sencillos, debe ser por la primavera, qué se yo.
Llegamos. Hay un poco de olor a encierro. Pato abre el ventanal que da al balcón corrido y nos asomamos para respirar el aire fresco del mediodía, que llega mezclado con diferentes aromas culinarios. No decimos nada, no hace falta. Ella me deja sola por un instante. Yo miro al Hotel Isla y noto algo extraño en su terminación: como que se quiebra y comienza arder, pero, ¿no es justamente eso lo que está sucediendo?, veo gente que se lanza desesperadamente al mar desde los balcones - ¡Vení Pato, tenés que ver esto!- y ella llega justo a tiempo para ver cómo la fracción superior izquierda (lo digo como puedo, sé que un arquitecto o alguien más letrado lo describiría mejor) del edificio se desprende envuelta en llamas, parece un capullo de fuego, una flor bellísima y diabólica que cae al mar. Se oyen gritos y sirenas de ambulancias y camiones de bomberos, pero es en vano: el edificio parece plegarse, es como si intentara realizar una solemne reverencia y se percatara de que está impelido por su torpeza pétrea y que es por esta razón que se quema y se desarma, como quien se quita los cabellos durante un ataque de nervios. Pero esto no tiene nada que ver con mis elucubraciones, se trata de un atentado terrorista, veo a los helicópteros que lanzan misiles. Uno de ellos cae en la vereda, en nuestra vereda, nuestro edificio comienza a arder - ¡Vámonos!- me grita Pato desde el pasillo. Oigo la fusión de todos los gritos juntos y sigo mirando la destrucción del Hotel Isla, y pienso -Qué pena, nunca asistí a ninguna fiesta allí- y Pato retrocede hacia mí y me toma del brazo - ¡Tenemos que salvarnos, pensá en el bebé!- pero ella misma se da cuenta de lo absurdas que son sus palabras, aunque sigue tironeándome, vana esperanza - ¿Para qué, Pato?, la planta baja ya está condenada. No podemos escapar a través del fuego - y no cabe la esperanza de que los bomberos lleguen a tiempo, pues los misiles caen de a montones y no hay nada que hacer, y yo pienso: ¿Qué importancia tiene si anoche tuve o no un orgasmo? ¿Qué importa si lloro, si sufro?. Y si dos segundos antes de morir, en vez de estar acá estuviera en la final de un partido, a cargo de atajar un penal que podría dar vuelta el resultado, ¿cuál es la diferencia? ¿Acaso importa si soy pobre o rica? Tengo hambre, ¿y? también tengo ganas de tomarme un licuado, necesidades que no voy a complacer, ¿cuál es?, ¿acaso no da lo mismo si voy a tener un bebé o no?. Nada, la conciencia de la nada se apoderó de mí y debo confesar que es un verdadero alivio. Ahora entiendo todo, acabo de abandonar para siempre mi cómoda ingenuidad. Pato se va sin despedirse, finalmente se cansó de mi postura. Mejor, así pienso de verdad mientras pueda y digo, quizás por única y última vez: Qué importa, si sólo soy un punto en el universo.

Dafne Mociulsky


3 comentarios:

Anónimo dijo...

hermoso tu cuento: "otro cuentomío, bastante viejo".

Soy Gonzalo el chico del furgón del trén San Martín (famoso "De retiro a pilar"), espero tenga oportunidad de volverte a ver.

te regalo un pedacito de un escrito mío, que en realidad no es mío sino de mi alma, la que alguna vez bajé a tinta y papel, pero que sigue ahí!, tan libre que la soledad es parte de un asunto que no asusta tanto.

""""PENSAMIENTOS ABSTRACTOS""""

Desde sus asientos individuales, sus rostros indiferentes, no me miraban desde sus miradas de frente.
No salían de su soledad, porque esta al igual que muchas otras cosas en su vida, no estaba resaltada.
Más bien disimulada, por la ausencia bien sabida, de un segundo asiento.
Otros como yo, buscábamos la forma de distraernos un rato, ya sea con música, literatura, o visualmente mirando un paisaje y proyectando junto a el, nuestros pensamientos.
Después de pensar esto decidí sumergirme nuevamente en mi lectura, aunque sin poder concentrarme por la proximidad de mi parada.
Mi mente me exigé obserbar y yo no puedo oponerme a esos deseos, observé esa realidad que a mi lado emergía candente.
...-Señor me dá el asiento???..., (y pienso que no le estoy dando el asiento, le estoy dando Mí asiento)
Mas tarde caminando a casa, continúe con mis pensamientos, metodo para caminar las mismas cuadras grises, imperturbables de siempre y casi sin querer fui asumiendo el regreso.....
La Vuelta.

Llegué...
a destino, a mi pesar,
a destino, a donde he vuelto por mas tiempo que el me hubiese permitido de poder en su momento elegir.
Hoy por hoy sigo volviendo al mismo lugar, donde he estado siempre, sin sentir que he estado allí, más de un solo minuto.
...Nunca lo lograré?
...Nunca digas nunca.

Gonzalo Cisneros

Grupo Conestabocaenestemundo®2003 Derechos Reservados dijo...

Interesante...Dafne. Escribinos para que nos envies algo para publicar/difundir en nuestro blog de narrativa Peligrosas palabras...
un abrazo.

conestabocaenestemundo@yahoo.com.ar

Anónimo dijo...

Hola amigos de "conestabocaenestemundo", esto que deje es solo un regalo para dafne y así seguiré haciéndolo, dejo constancia que pueden usar mis combinaciones de palabras a libre albedrío en mi caso fue en un momento la única fuente de escape, ya que no tengo un diario de día. Y escribiendo pude sacar a la superficie algunas opresiones para luego agarrarlas a trompadas, por un bienestar en común... "la eterna pelea de la cabeza, el corazón y la carne".
De todas formas luego de leer esto que escribí a dafne me doy cuenta que el ensamble de palabras poco cuenta sobre lo que sentía aquel día, difícil trasmitir sensaciones y pasarlas a palabras.

pd: cambio mi nombre del 2007 por el que tendría en el año 500 DC