viernes, 2 de noviembre de 2007

Yo en la 4ta FLIA, un poquito en pedo

Fragmentos de mi último libro "Martín Descoronado", novela

Osvaldo Frutos estaba sentado al lado de su madre en la mesa, lugar que solía ocupar su hermana que, sin decir nada, tomó el lugar de él enfrente, junto a la abuela. El padre y el abuelo de Osvaldo ocupaban las cabeceras, quedando frente a frente como cada noche de estos últimos veinticinco años. Nadie decía nada hasta que la madre bendijera la mesa ante la comida humeante. Había algo de sorda ansiedad y malestar en todo esto. Osvaldo siempre se recordaba a sí mismo que prohibiría la religión en su casa, pero se le mezclaba casa con familia porque no podía disociarlas. Nunca se le había ocurrido vivir solo. De todos modos, los conceptos que tenía asimilados se le estaban muriendo y, pensando en esto, miró de soslayo el cenicero que estaba en la mesita ratona - ¿Qué mirás? - No, nada. - ¿Por qué no comés? - No sé, no tengo hambre. - A ver, pasáme ese churrasco. - ¡El nene no come, carajo!, dejá eso ahí – ese era el momento, como tantas otras veces, de decir "Tengo 25, váyanse a la mierda", pero nadie más habló y el churrasco se enfrió en el plato. Más tarde se lo dieron al perro.
Ayelén a veces preguntaba por su padre, pero Brenda tenía menos paciencia en este aspecto, le resultaba mucho más humillante y el mal humor que le causaba la pregunta era tal que le cambiaba de tema. Una vez le dijo que era uno del barrio. Ayelén especulaba que podía ser Ariel, o Franco, o Mariano. Después de aquel viaje a San Clemente, Brenda no volvió a salir a más de 30 Km. a la redonda de Martín Coronado, y estas salidas representaban el aspecto más festivo y turístico de sus tres vidas. Ayelén estaba inquieta y no la dejaba conversar en paz, Manuel estaba entretenido con una artesana que le estaba enseñando a hacer trenzas – La llevo a tu hermana a los juegos de la plaza, ¿entendiste?, ¡contestá!, bueno, cualquier cosa, estamos ahí, ¿ves?, listo – Ayelén siempre hacía lo mismo, primero un berrinche bárbaro y después una timidez irritante. Brenda tomó asiento, encendió un cigarrillo y la ignoró.

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