martes, 12 de mayo de 2009

Ahora sí se pueden conseguir libros míos en otro lado que no sea yo

Si si, se está ampliando la distribución de libros de escritorxs independientes:

Centro Cultural Pacha Mama, Argañaraz 22 (esquina Av. Estado de Israel) Villa Crespo
"A mi manera" (regalería), Cabo Morando 986, El Palomar
"Perla" (librería escolar), Bergamini 905, El Palomar
Puesto de Revistas, Av. San Martín y Valentín Gomez a la altura del tunel, Caseros
Puesto de Revistas, Wenceslao de Tata 4705, esq. Av. San Martín, Caseros
Puesto de Revistas, Pza. Caseros, esquina Alberdi, Caseros (estación)
Puesto Feria del Libro, Alberdi 4746, Caseros
Puesto de Revistas, Bergamini y Laureana Ferrari (5 esquinas) El Palomar

Y se seguirá agrandando la lista, fíjense en
www.elasunto.com.ar
www.cincopantalones.wordpress.com
www.diegoarbit.com.ar
Pedidos al: 4864-2886 (Luli o Simón)

Si tienen alguna data de librerías u otro tipo de lugares donde se puedan colocar libros avisen, se agradece. ¡APOYEMOS LA AUTOGESTIÓN Y LEAMOS A LOS QUE ESTÁN VIVOS!

Y, ya que estoy e insólitamente a pedido de algunos lectores, he aquí el 3º capítulo de mi última novela "¡Calláte!"


III
SOLUCIONAR PROBLEMAS ESTÁ BUENO, PERO MEJOR ES QUE NO HAYA PROBLEMAS –la mujer obedeció al instinto desenfundando la birome en el colectivo –PERO A MÍ ME EXCITA SOLUCIONAR PROBLEMAS –lo que él le refutó a ella no lo pudo oír, porque el muchacho sentado adelante estaba haciendo zapping con la música de su celular, siempre la dictadura sonora presente, que esta vez era especialmente molesta porque el chofer también escuchaba música de la radio, y todo esto mezclado con bocinas, frenadas y voces, muchas, muchísimas voces. La mujer, lejos de estresarse, meditaba, ella repetía – Nam mio ho rengue kio – lo único que la distraía era captar algo útil para pensar. Hacía poco que se interesaba por el budismo, el Dammapadha le pareció un libro hermoso, realmente hermoso. Había leído el Tao, picoteado algo del Baghavad Gita y muchos libros de Osho (estos últimos los escondía de su hijo porque se burlaba de ella). Era viernes, todos los viernes se juntaba con Margarita y Alicia a tratar de concretar el sueño de formar un centro de estética femenina y terapias alternativas. La mujer era una excelente depiladora, realmente lo hacía con un arte especial. Nunca lo había hecho profesionalmente, pero era la favorita de sus amigas, hermanas, primas y de su hija.
Alicia era reikista, profesora de yoga y chi kung. No tenía hijos ni marido y vivía sola en una casa rústica, cerca de la Gral. Paz, por Villa Pueyrredón. Toda la casa estaba dispuesta según el feng shui. Tenía un jardín al fondo, muy cuidado, con muchas plantas, un tímido limonero y un árbol de rosas chinas que había desarrollado un tronco interesante, dividido en dos. Siempre había gatos, ella les daba de comer pero nunca los acariciaba. Era extremadamente limpia. En la intimidad de su soledad, andaba con patines, le gustaba ver su reflejo en el piso.
Margarita era peluquera y cosmetóloga, especialista en acné juvenil. Margarita estaba divorciada de dos maridos diferentes, tenía dos hijos de cada uno. El mayor de todos tenía dieciséis años, un devoto de los Rolling Stones bien criollo, la siguiente catorce, Lila, que a veces se daban besos con Nachito sin que sus madres lo sospecharan. Los dos más chicos eran varones que se llevaban un año de edad y eran la causa de que Margarita tuviera que ir al psiquiatra y permanecer medicada. Margarita era la única de las tres amigas que sabía de qué estaban hablando, sólo ella sabía trabajar de verdad y era realmente capaz de montar ese centro de estética sola, ya que sus dos maridos fueron vagos y ella aprendió desde muy joven a organizarse para tener más de dos trabajos, atender la casa y los chicos. Margarita había atendido el acné de Lorena años atrás, a su vez, la mujer había sido la primera depiladora de Lila.
Alicia no gozaba de tanta confianza, o “parentesco”, inevitablemente se quedaba afuera de ciertas actividades, o conversaciones, o planes por ser la única “no madre”. Alicia era una mujer que se consideraba a sí misma demasiado delicada como para compartir su vida. De todos modos tenía ciertos componentes de su personalidad que se contradecían mucho.
− ¿Saben qué se me ocurrió?, paren… ¿quién anota en el cuadernito hoy?, ¿vos, Alicia?
−Bueno, yo… está bien, ¿entienden mi letra?
−Dale, anotá.
−Bueno, tendríamos que vender comidas bajas en calorías, ¿qué les parece?
− ¿Y quién cocinaría?
−Después se verá eso, Marga, no me cortes la inspiración. Estuve pensando una lista de precios… ¿vieron que las empanadas cuestan $2 en todos lados?, ¿por qué no las vendemos a $1,80 nosotras?, podríamos…
−Pero… ya hablamos de esto, esos son detalles que se atienden una vez que el lugar está y funcionando, ¿qué sentido tiene hablar de esto ahora?
−Marga, sos amarga, ¿eh?, dejános divagar un poco.
−Yo propongo comida orgánica y vegetariana, la gente que toma clases de yoga y chi kung consumiría.
− ¿Alguna de ustedes anduvo viendo locales?, ¿y tu hermano, hablaste con él, te saldría de garante?
−¡Ay, no!, sabía que me olvidaba de algo.
−Alicia, dame una razón de verdad para que no hagamos esto en tu casa, hace más de un año que nos juntamos al pedo, ¡vamos!, tu casa es grande –la mujer la codeaba a Margarita, pero era tarde, las palabras de la discordia fueron dichas. Se produjo un silencio muy incómodo. Cuando Alicia se ponía nerviosa fruncía la nariz esporádicamente
– Chicas…- la voz le salió extremadamente aguda, estrangulada – Perdón, Alicia, se me escapó.
−Dale, no te enojés, se olvidó pobre.
−Bueno –declaró, reponiéndose –Esta noche salimos, ¿no?- le preguntó directamente a Marga, que asintió con la cabeza –Tendrías que venir, tu marido no vuelve hasta la semana que viene y los chicos ya están grandes, ¡vamos!, Lorena ya sabe cocinar, ¿no?
−No es por ellos, me siento vieja para ciertas cosas, además yo ya no tomo cerveza, me moriría de acidez, ya estoy en la etapa de edulcorantes y sal con bajo sodio. La verdad, Marga, te admiro esas ganas de salir que tenés.
−Deberías salir aunque sea para darle un buen ejemplo a tu hija, después te quejás de que Lore no tiene vida social.
−Decíle a Lorena que pase por casa, le debo unas sesiones de reiki, a Nachito también, si quiere. ¿Cómo anda Nachito?, me dijeron que en la peluquería no se sentía muy bien.
−Se le inflamaron las coyunturas –contestó la mujer. Disimuladamente cambiaron de tema y se deshicieron en trivialidades.
Los hijos de Marga estaban con sus respectivos padres, todos excepto el mayor, que ya salía con sus amigos y se quedaba a dormir en las casas de ellos, generalmente – Sombras violetas no, Marga, gris perlado te queda mejor – Alicia tenía tres cerraduras en la puerta de su casa. Las paredes del patio le generaban una leve paranoia y un debate interno acerca de tener perro o no – Ali, ¿me pasás el rimel?, de paso agarráte el delineador, tenés que retocarte esos ojos, estás muy pálida.
−Y vos te pusiste demasiado rubor, permitíme… a ver…−Alicia, Margarita y la mujer se conocieron haciendo un curso de corte y confección. Margarita y la mujer se conocían de antes, del barrio, pero apenas se saludaban.
Hacía dos años que salían juntas de vez en cuando Alicia y Margarita. Sus expectativas eran muy diferentes. Marga buscaba una relación estable, Alicia era reservada, nadie sabía muy bien qué quería –Decíme, ¿la azul o la roja?
−La azul te afina la cintura, pero la roja te resalta los ojos –Marga tiene ojos verdes, Alicia ojos negros, muy penetrantes y grandísimos –Bueno… la roja. De San Telmo me cansé, prefiero ir a la Serrano.
−La Serrano me hace sentir vieja.
− ¡Marga, somos viejas!, pasáme la copa.
−Qué rico este vino.
−No te pongas en pedo, por favor −Alicia y Margarita acomodaron sus nalgas en el taxi haciendo mucho espamento, como siempre. El taxista bromeaba con ellas. La plaza estaba llena de gente, les costó conseguir una mesa que les gustara. En seguida ficharon a dos señores que estaban solos en una mesa, pero al rato se dieron cuenta que eran gays. Había chicas realmente hermosas alrededor de ellas, solían hablar acerca de eso, indignándose mutuamente −¿Qué nos queda a nosotras?, mirá a los babosos esos, deben tener nuestra edad, con semejante competencia quién nos va a mirar a nosotras – Alicia chasqueó con la lengua reprobatoriamente –Estás equivocada, a las salidas hay que tomarlas como lo que son, sin esperar más de lo que te pueden dar. La mejor manera de conocer hombre es… chateando.
− ¿Qué?, eso hacen mis hijos, ¿no es para pendejos eso?
−No solo tan pendejos, ¡hay de todo!
−No sabía que vos eras de esas.
−No le cuentes nada a la gorda, me da vergüenza.
− ¡Jajajaja!, a ver si Lorena te mete en cana por degenerada todavía.
−Pidamos otro vino… tengo que confesarte un par de cosas –en ese preciso instante, un muchacho rubio, rapado, de ojos celestes, delgado y con un aire distraído, indiferente, les dejó un libro sobre la mesa sin emitir palabras. Alicia lo buscó con la mirada pero había desaparecido y en todas las mesas que cabían en su campo visual, estaban los mismos libros – “Nada para nadie”, “Diego Arbit”, qué rico chico.
−¡Alicia!, podría ser tu hijo.
−No me jodas, apenas tengo cincuenta años y no tengo hijos, por lo tanto no tengo ese pudor maternal que tienen vos y la gorda, ¿por qué no puedo mirar a los chicos más chicos?, ¿acaso los hombres no miran a las nenas sin ninguna vergüenza?, ¿por qué habría de tenerla yo, entonces?
−Ahí viene, ¿se lo vas a comprar el libro?
−Decíme querido, ¿lo escribís vos?
−Sí −Alicia lo miró expectante, buscando más palabras, miradas, algo, lo que sea, cualquier cosa menos un libro. El muchacho retiró su libro y se fue. Alicia lo siguió con la mirada –Marga… servíme, gracias. ¿Sabías que… a veces me acuesto con chicos como él?
−Me lo imaginaba, pero creía que eras de esas que pagan.
−Creéme que no hace falta.


Dafne Mociulsky

2 comentarios:

fiorellaione dijo...

jaja, qué genial que la mayoría sean en caseros y palomar, seremos vecinas acaso?

jimena dijo...

te felicito rubia hace años que te conosco y siempre me gustaron tus cuentos ,segui asi