No fue en un atardecer
Creo que tenía ganas
de abrir las piernas
como un cielo,
o quizás no:
a mi circunstante
le dolía la cabeza
y su dolor era
un paisaje crepuscular
(supongo que cada pensamiento
sería como una nube roída
por el abandono del sol
y por eso, ¡ay!
el dolor de saberse oscuro
y maravilloso)
Creo que tenía ganas
de sobrevolar esas nubes
de bordes rosados
y podarle sus incordios.
Pero no, dado que mi circunstante,
cuyo dolor crepuscular
le hacía girar la espalda
en dirección opuesta a mí
(que en ese momento,
ya despojada de mi atardecida suciedad,
me encontraba sin corpiño
y sin bombacha debajo de la ropa)
contestaba mails.
Sus dedos,
que no estaban tocando mis tetas,
tecleaban esbozos
de diversos futuros inmediatos.
Y a mí, finalmente,
me llevó la lluvia.
Dafne Mociulsky
1 comentario:
me gusto....
el ultimo verso es un cierre de imponente contundencia
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