martes, 5 de febrero de 2008

Cuadros de Mirta, artista plástica que volvió hace poco de vivir en Cuba. Abajo, un fragmento de texto mío que más inédito no podría ser




Para contactarse con Mirta: mirtaep73bis@yahoo.com.ar o mirtaepbis@yahoo.com y, para ver + material de esta grossa:
http://www.sendpix.com/albums/08012812/8lx4ufy4ss/ les recomiendo darse una vuelta por ahí.


A continuación, un fragmento de la última novela que escribí y hasta podría decirse que la terminé, sin embargo no pienso parirla aún porque le hace falta unas cuantas miradas, si alguien se anima a leer una novela tirando a larga en pantalla, con mucho gusto la envío x mail, si algún valiente de la vista y la espalda la quiere, que me la pida a: duniashka@yahoo.com.ar
Esta novela se trata de una nena de 13 años, está relatada por ella en 1º persona. No adelanto nada más porque me da pudor, les dejo ver este pedacito y ya me agarra taquicardia:


El otro día me pasó algo feo con mi vieja. Me pidió que la acompañe a pagar una boleta vencida. La cola era como de setenta personas con cara de orto, abanicándose con sus propias boletas porque a pesar de que hace rato que es otoño ese día hacía más calor que en verano. Ella se puso de mal humor, pero de re mal humor – ay, no puedo más, me duelen las piernas, no soporto estar tanto tiempo parada – decía a cada rato – esto antes lo hacía la shicse (no sé como se escribe esa palabra, por eso la puse como suena, cualquiera que sea "de la cole" entendería) decíme algo, no te quedes callada – y yo no tenía ganas de hablar, sino de cantar, y si hay algo que a mi vieja le revienta es que cantes cuando ella quiere que la escuches o que le digas algo que ella tenga ganas de escuchar, ¡qué tipa caprichosa!, no entiendo como alguien así cree que está capacitada para educarme – no tengo ganas de hablar, má. Si querés andá a tomar un café y yo sigo en la cola – me miró de una manera muy rara cuando dije eso, pero igualmente se fue y me dejó tranquila por un rato. Ahora me agarré la costumbre de llevar en mi bolsito una lapicera y un cuaderno, ¿para qué quiero una portátil?, no me hace falta. Entonces escribí esto:
Setenta y cuatro arvejas eran; pero este pasatiempo le resultó odioso, era matemático y no contemplativo, no valía la pena. No tenía sueño, o quizás no le venía el sueño porque la pareja de la habitación contigua estaba discutiendo otra vez "¿Y ese mensajito de texto?, ¿te creés que soy boludo?" – él, ella: "Nada que ver, es mi primo" – él: "No chamuyes más, dentro de poco voy a tener que agacharme cuando pase por una puerta para que mis cuernos no se choquen, ¿te parece gracioso, te reís en mi propia cara?" – ella: "Bueno, ya me cansé, me voy a lo de mi vieja" y después vino el griterío, ya no se entendía lo que decían. Germán estaba tirado en la cama, tieso, frío, nulo, silencioso, pero no aburrido, eso nunca. En el techo había unas manchas muy sugestivas
Y ahí tuve que parar porque era mi turno, pero mi vieja no estaba, y yo no tenía ni la plata ni la boleta, como no sabía qué hacer, me hice a un costado y dejé pasar al siguiente, quedándome cerca, pero el vigilante me vino a decir que no podía estar ahí, y yo que no tenía ganas de discutir, salí a buscar a mi vieja. En el bar de enfrente no estaba, miré para todos lados y el próximo bar más cercano estaba en la otra esquina, así que fui para allá, pero tampoco estaba ahí. Mientras hacía todo esto estaba tremendamente inspirada y con miedo de olvidarme de todo lo que quería escribir (bueh, finalmente me olvidé, ya fue). Volví a la central de la luz y ahí estaba mi mamá, sacando chispas por los ojos - ¿sos pelotuda o te hacés? – me gritó antes que cruzara la calle, ¡una vergüenza, todo el mundo se dio vuelta para mirarme, a ver quien era la pelotuda!. Me dijo de todo, me re puteó de arriba abajo, yo me cansé y le dije – La culpa es tuya, te demoraste una bocha, tenías que estar pendiente del tiempo, o me podrías haber dejado la plata y la boleta a mí, además, si me hubieras comprado el celular que te pedí para mi cumple nada de esto hubiera pasado – y cuando le dije eso se puso furiosa, rabiosa diría, y me pegó una paliza. Sentí algo muy extraño. Hacía años que no me pegaba así. Me quedé mirándola, sin moverme, al toque me di cuenta que se arrepintió, aunque ella es de las que nunca piden perdón.


Dafne Mociulsky

1 comentario:

Alejandro dijo...

Copio, pego, imprimo y me lo llevo para amenizar mis viajes, otro dia doy opinion

Saludos