1) Tapa de "Anecdotario de seres desmontables" diseño: Diego Gutiérrez. Contacto di3gogutierrez@hotmail.com
2) y 3) trabajos de Andrés, contacto: josta_kuolema@hotmail.com
A continuación, un fragmento perteneciente al cuento "Relojes, perros, gases, gatos y un gallo", que integraba la lista de cuentos del libro "descarrilamiento", que jamás edité.
RELOJES, PERROS, GASES, GATOS Y UN GALLO
I
Cuando la vio por primera vez, sintió dolor. No ese dolor que causa la belleza física (la sensación de lo inalcanzable), fue por la manera en la que ella recepcionó a su mirada: sonrió sin ironía, sin insinuarse, sin arrogancia pero sin perder la dignidad - Hola - dijo ella - Te miro todos los días, a esta misma hora - contestó él - Lo sé.
- ¿Cómo podés saberlo?, si te miro desde aquella ventana.
- El viernes pasado compraste un paquete de chicles en ese kiosco. Tenés una cara especial, ¡no, en serio, no te rías!, quiero decir que tu cara se fija en la memoria.
- ¡Que manera tan sutil de decir que soy feo! - se quedó callada y seria, como si se hubiera ofendido - ese fue un comentario superficial - y ahí Ricardo comprendió todo, pero absolutamente TODO, como en el final de una búsqueda espiritual - Entonces sos vos, ¿me entendés? - dijo él, decidido a jugarse la carta más importante de su vida - No te creo, podés ser un estratega muy inteligente. No obstante, entiendo el concepto. - la respuesta de ella lo convenció aún más del hallazgo - ¡Sí, sí, sos vos!- y debido a la emoción, le dolió la panza ((Estoy a punto de tirarme el pedo más gracioso y ruidoso de mi vida, ¿qué hago? ¿cómo repercutiría?)) y en una décima de segundo, imaginó cómo puede influir un pedo en el karma: si aguantaba, cosa correcta, podría afectar ciertas manifestaciones (no siempre intestinales) en un futuro (porque se quedaría con ella inexorablemente). Y si en ese momento su cuerpo se expresaba libremente, ella podría llegar a creer que era un acto de cobardía, no tanto de involuntario mal gusto... a ver, esto es complicado: no era un gas de porotos, realmente era miedo... terror. Ella era tan perfecta que sólo podría brindarle el infinito dolor del placer, y era menester defenderse, cagarla groseramente o, soportar la realidad, ella era ELLA, y no habría otra oportunidad.
Su mente, que ya había comprendido que el gas estaba perdido, intentó algo más: imaginarla gorda, fea, vieja, pero no tuvieron poder aquellas imágenes auto-impuestas, porque no era hermosa, no había de qué preocuparse.
Ella se fue mientras él luchaba contra todos los demonios de la inseguridad y de la seguridad.
I
Cuando la vio por primera vez, sintió dolor. No ese dolor que causa la belleza física (la sensación de lo inalcanzable), fue por la manera en la que ella recepcionó a su mirada: sonrió sin ironía, sin insinuarse, sin arrogancia pero sin perder la dignidad - Hola - dijo ella - Te miro todos los días, a esta misma hora - contestó él - Lo sé.
- ¿Cómo podés saberlo?, si te miro desde aquella ventana.
- El viernes pasado compraste un paquete de chicles en ese kiosco. Tenés una cara especial, ¡no, en serio, no te rías!, quiero decir que tu cara se fija en la memoria.
- ¡Que manera tan sutil de decir que soy feo! - se quedó callada y seria, como si se hubiera ofendido - ese fue un comentario superficial - y ahí Ricardo comprendió todo, pero absolutamente TODO, como en el final de una búsqueda espiritual - Entonces sos vos, ¿me entendés? - dijo él, decidido a jugarse la carta más importante de su vida - No te creo, podés ser un estratega muy inteligente. No obstante, entiendo el concepto. - la respuesta de ella lo convenció aún más del hallazgo - ¡Sí, sí, sos vos!- y debido a la emoción, le dolió la panza ((Estoy a punto de tirarme el pedo más gracioso y ruidoso de mi vida, ¿qué hago? ¿cómo repercutiría?)) y en una décima de segundo, imaginó cómo puede influir un pedo en el karma: si aguantaba, cosa correcta, podría afectar ciertas manifestaciones (no siempre intestinales) en un futuro (porque se quedaría con ella inexorablemente). Y si en ese momento su cuerpo se expresaba libremente, ella podría llegar a creer que era un acto de cobardía, no tanto de involuntario mal gusto... a ver, esto es complicado: no era un gas de porotos, realmente era miedo... terror. Ella era tan perfecta que sólo podría brindarle el infinito dolor del placer, y era menester defenderse, cagarla groseramente o, soportar la realidad, ella era ELLA, y no habría otra oportunidad.
Su mente, que ya había comprendido que el gas estaba perdido, intentó algo más: imaginarla gorda, fea, vieja, pero no tuvieron poder aquellas imágenes auto-impuestas, porque no era hermosa, no había de qué preocuparse.
Ella se fue mientras él luchaba contra todos los demonios de la inseguridad y de la seguridad.
Dafne Mociulsky (año 2002, creo)
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