Encontré este dibujo de mi niño, Aarón, en un archivo perdido entre tantos otros y me gustó mucho esta representación de un viaje.
Quien así lo desee, puede enviarme sus dibujos y/o fotos a duniashka@yahoo.com.ar así lo subo a este espacio, quiero que esto sea una galería abierta.
En cuanto a la Feria del Libro Independiente (FLIa), les cuento que nos estamos juntando los martes a las 21 hs. en FM La Tribu, lambaré al 800, barrio de Villa Crespo, quien quiera participar, puede hacerlo. Para ver + info acerca de esta movida: http://www.poesiaurbana.com.ar/, http://www.feriadellibroindependiente.blogspot.com/, o si tenés paciencia mirá un poco más hacia abajo en este mismísimo blog y verás diferentes instancias de lo que es la flia.
Ahora sí, otro cuentito de la saga "Anecdotario de seres desmontables" Vol. 1, primer librito mío difundiéndose en trasnportes públicos.
DESPEDIDA DE SOLTERO
Al gordo Fernando, como a todo buen camionero, le gustan los días nublados, esos que son casi blancos, fresquitos y al mismo tiempo lejanos a la lluvia. Consideró que esta vez podía llevar a su hijo. Veía a su mujer muy cansada, le vendría bien pasarse el fin de semana libre de ellos, mirando la tele, reposando esa movediza panza de seis meses.
El hubiera querido tener como mínimo tres hijos a esta altura, pero la respetó a ella, que quiso esperar seis largos años.
Román, con la misma seriedad con la que su padre preparaba su bolso de mano, a su vez llenaba una mochila con juguetes, lápices de colores y hojas para dibujar – Comé ahora Román, que hasta San Nicolás no paramos – y el nene prometía una y otra vez que estaba bien, que estaba listo y que no le pediría absolutamente nada. Hasta se había puesto la camiseta de Rosario Central para serle más agradable. Fernando se encogió de hombros, besó a su mujer en la frente y en la panza y se subió al camión junto a su hijo. Era temprano, Román se quedó dormido a los veinte kilómetros de ruta. Fernando hubiera querido que se mantuviera despierto, esa era la gracia de llevar un acompañante, aunque por otro lado, ¿de qué podría hablar con su hijo de seis años?, ¿de política, de fútbol, de mujeres?, y seguramente, Román por su parte tendría derecho a pensar, ¿de qué voy a hablar con papá?, ¿de pokemones, de los padrinos mágicos, del GTA?. La otra vez pasó algo parecido, esta era la segunda vez que viajaban juntos. Ambos se habían puesto algo tímidos en su primer viaje. No coincidían en gustos musicales y se aburrían fácilmente de jugar al “veo veo”, al “Ni si, ni no, ni blanco ni negro” y a “la batata macabra”.
Fernando decidió parar en una estación de servicio. Román se desperezó, exagerando un poco los gestos - ¿Tenés hambre? – Román no le contestó, solía bloquearse cuando debía contestar, porque siempre pensaba en pos de su conveniencia, por ejemplo, en este momento, pensaba en que en realidad tenía hambre de golosinas, sin embargo antes de pedirle a su padre algo dulce tenía que comer, pero… ¿y si pedía comida y después el padre le decía que no tenía más plata?, jamás le contestó, y el padre pidió un sándwich de milanesa para casa uno. Román comió hasta la mitad con notable esfuerzo – Pá… quiero algo de postre, ya me llené – y Fernando no se hizo rogar, porque su mujer no estaba y a él no le gustaba renegar, le compró un alfajor de tres pisos y una chocolatada. Entonces volvieron muy contentos al camión.
Román lo observaba mucho, esto ponía algo tenso a Fernando -¿me querés decir algo, que me mirás tanto?
−Pá… ¿por qué los animales no son desmontables?
−Porque es justamente esa cualidad la que nos separa de los animales, hijo.
−Pá, ¿es cierto que si le cortás una pata a una cucaracha le crece una nueva?
−¿Quién te dijo eso?
−No lo sé. ¿Puedo usar la tapa del termo?
−¿Para qué la querés?
−Porque estoy muy aburrido, y cuando me aburro me gusta jugar a embocar mis dientes en un vaso, ¿me prestás la tapa?
−No, ¿mirá si tenés mala puntería y después nos cuesta encontrarlos? − Quedaron en silencio durante unos cuantos kilómetros, hasta que una silueta apareció en la banquina, haciendo dedo. Era un hombre desnudo y sin cabeza −¡Pá!, ¿qué hace ahí ese tipo en bolas y sin cabeza?
−¿No podés decir desnudo en vez de “en bolas”? − y Román se fastidió, le molestaba esa cosa de los adultos de hacerse pasar por bien educados delante de los chicos, como si los chicos nunca hubieran escuchado como hablan entre ellos. Volvió a retomar el tema
−Bueno, pero decíme, ¿qué le habrá pasado?
−Jajaja, debe ser un porteño que le hicieron la despedida de soltero.
−¿y qué es eso?
−Es una costumbre: cuando un hombre se va a casar, los amigos le hacen una despedida.
−Ah… ¿es porque se va a mudar de casa cuando se case?
−Esteee, no es por eso, sino que se despide de su vida de soltero.
−¿A vos te hicieron una?
−Mmm, sí, pero te la voy a contar cuando seas más grande.
−Pero no me dijiste por qué ese tipo estaba en bo… digo, “desnudo” y sin cabeza en la ruta.
−Ah, lo que pasa es que en Buenos Aires cuando le hacen la despedida de soltero a un hombre le hacen esa joda de llevar el cuerpo a Rosario y la cabeza a Mar del Plata.
−¡Ay, pobre!, qué suerte que no soy porteño.
−Igualmente no te vas a salvar de alguna jodita, mirá que los rosarinos somos bravos también.
−Entonces no me voy a casar nunca.
−No me digas eso, ¿es que no nos vas a dar nietos a mamá y a mí?− otra vez Román se quedó callado, mirando hacia atrás, viendo empequeñecerse la silueta del hombre, que a decir verdad, estaba bastante fantasmagórico -¿Nadie se lo va a llevar?
−Sí, hijo, ya lo va a levantar alguien, de última lo salvará la policía.
−Pá, ¿hay que ser bueno?
−Sí, claro, por supuesto, cómo se te ocurriría lo contrario.
−¿Vos sos bueno Pá?
−Sí, claro.
−Entonces, ¿por qué no lo levantaste?
Dafne Mociulsky
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